reportaje

Los Villares vuelve a ser punto de reunión de Córdoba y sus peroles en el día de San Rafael

El parque periurbano registra menos trasiego que otros años, pero mantiene intacto el espíritu del 24 de octubre

Noelia Santos

Noelia Santos

Olía a candela la carretera que llevaba hasta Los Villares en un 24 de octubre que parecía de los de antaño. El frío de la mañana se convertía en sol apetecible al mediodía, de los que te hace quitarte la chaqueta y la sudadera y disfrutar de los rayos que se cuelan entre los pinos. A eso de las 13.30 horas, en lo que normalmente sería un aparcamiento a rebosar, quedaban todavía varias plazas por ocupar. Quizá los cordobeses se pensaron que el temporal había dejado el parque periurbano hecho unos zorros y de ahí que el trajín habitual de San Rafaelse redujera de forma considerable. Pero quien estaba, todo hay que decirlo, iba dispuesto a celebrar la jornada «como San Rafael manda».

Las lluvias de los últimos días y el fresquito tras las altas temperaturas abrieron la temporada de candelas en Los Villares, pero había mucho rosco de gas ante los camperos que pensaban que la leña iba a estar inservible tras sufrir las consecuencias de la borrasca Bernard. Nada más lejos de la realidad, los troncos servían para avivar las llamas que abrigaban al chorizo, la panceta y la morcilla y, una vez comido todo lo inventado, para acoger en su seno al símbolo de una ciudad hecho menaje: el perol.

Los peroles de San Rafael, en imágenes

Sofrito de perol. / A. J. GONZÁLEZ

Pero ojo, que las modas de los últimos años y esos 24 de octubre sin permiso de fuego han podido cambiar la tradición. Son muchos los cordobeses los que llenan el maletero de comida preparada, llámese tortilla, llámese pimientos fritos, y prefieren «quitarse de pegos» y disfrutar del día sin llevarse su correspondiente olor a humareda de fogata gastronómica.

De celebración y desde 'tempranito'

Pero es que las tradiciones, decía un integrante de la familia Heredia, que celebraba el 60 cumpleaños de una de sus matriarcas, están para cumplirlas. Y para algo todos los años se sacan reportajes de peroles en San Rafael y no de filetes empanados ya fritos, sobre todo fríos, metidos en el táper. A las 8.00 horas se plantó la saga de los Heredia en Los Villares, al lado de la zona techada (objeto de deseo del perolista cordobés), pero decidieron usar las mesas de fuera «que aquí da el solesito y se está bastante mejor». 

Los peroles de San Rafael, en imágenes

La familia Heredia, de celebración. / A. J. GONZÁLEZ

Llegaron a las 8.00, sí, pero no fueron los primeros. Porque a las 6.30 de la mañana estaba ocupando su sitio de siempre la familia Ramos, y que nadie se lo quite. Llegar a esa hora a Los Villares tiene una parte buena (depende de cómo se mire) y es que nada más aterrizar te tomas un anís con pestiños, a las 8.30 estás comiendo huevos fritos y para las 11.00 puedes comerte la carne de la barbacoa. Pero el arroz, señores y señoras, no se come hasta pasadas las 16.30, que para esto estamos en Los Villares y para eso celebramos San Rafael.

De la parcela a Los Villares

Y si la familia Ramos lleva años celebrando el santo de varios de la familia en el parque, la familia Blanco acudía este martes por primera vez. «Hemos vendido la parcela y ahora nos tenemos que venir a Los Villares», comentaba una de sus integrantes con una frase donde difícilmente cabría más cordobesía. Las mujeres de los Blanco conversaban junto al fuego mientras los hombres jugaban al tango, un juego en el que hay que derribar un palo con una especie de piedra metálica (la actividad deportiva en Los Villares no se reduce al senderismo).

Los peroles de San Rafael, en imágenes

Integrantes de la familia Blanco jugando al tango. / A. J. GONZÁLEZ

Cerca de los Blanco una mujer preguntaba al fotógrafo de este periódico: «¿Saco la tortilla?», era Ana, que por supuesto sacó la tortilla. Ana, junto a su familia y sus amigos, conforma ese grupo que celebra San Rafael con comida traída de casa, pero mientras esa comida sea como la tortilla que enseñó, se le perdona casi todo.

Los peroles de San Rafael, en imágenes

Ana, con su tortilla. / A. J. GONZÁLEZ

De celebración aunque nadie se llame Rafa

Se vio mucha bombona en el campo, aunque todo el mundo sepa que el arroz no sale igual. Pero hay que innovar, adaptarse a los tiempos y a la humedad y todo sea por reunirse y celebrar San Rafael, aunque nadie del grupo que esté celebrando se llame así. Había varios de esos desperdigados por Los Villares. «¿Quién celebra el santo?, ¿algún Rafa, Faly o Rafi?», preguntaba uno, «qué va, pero celebrar San Rafael es como celebrar el día de Córdoba», contestaba otra.

Había en el parque, eso sí, una familia en la que lo complicado era encontrar a alguien que no llevara por nombre el del custodio de esta ciudad. Los Carmona Ariza, que llevaban dos peroles, vaya a ser que se quedaran cortos. En uno mezclaban panceta y chorizo (para mantener a raya el colesterol) y el otro, a las 14.00 todavía impoluto, para el arroz, con pollo y con costillas, y con champiñones, y con lo que pillemos «en verdad».

Los peroles de San Rafael, en imágenes

La familia Carmona Ariza, con sus dos peroles. / A. J. GONZÁLEZ

Porque las tradiciones están bien, sobre todo si se basan en juntarse con la familia, con los amigos y con los rafaeles y rafaelas para comerse un arroz mientras la ropa se empapa de olor a candela. Si se quiere sustituir el arroz por tortilla, no pasa nada (de verdad, Ana), que todo sea por mantener intacto el espíritu del 24 de octubre.