MEMORIA DEL PASADO

Cuando Córdoba calmó su sed

Con la depuradora de Villa Azul y la conducción de agua desde el Guadalmellato, Córdoba resolvió un problema ancestral

Embalse del Guadalmellato tras el recrecimiento realizado a mitad del siglo pasado.

Embalse del Guadalmellato tras el recrecimiento realizado a mitad del siglo pasado. / TEJADA

Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

Cuando el 31 de marzo de 1924 José Cruz Conde Fustegueras fue elegido alcalde de Córdoba presentó un programa de gobierno municipal en el que ya figuraba la mejora del abastecimiento de agua a la ciudad desde el embalse del Guadalmellato, entonces en avanzada construcción. Pero su breve mandato -veintiún meses escasos, al ser nombrado gobernador civil de Sevilla y comisario regio de la Exposición Iberoamericana- no le permitió desarrollar ese proyecto, que quedó aparcado cerca de tres décadas, hasta que sus sobrinos, los alcaldes Alfonso y Antonio Cruz Conde, lo afrontaron en los años cincuenta, en que el agua que salía por los grifos, cuando llovía, parecía «una auténtica chocolatada», como escribía el periodista Rafael Gago en estas páginas en 1951. Y es que faltaban instalaciones para su almacenamiento y decantación, la presión era escasa, la calidad deficiente y las restricciones de aquella primavera obligaron a reducir el suministro a siete horas diarias. Cuando llovía mucho después de periodos de sequía, como ocurrió aquel año, el agua que llegaba al embalse arrastraba gran cantidad de tierra y materias orgánicas, sin tiempo de sedimentarse, así que la que se tomaba del canal para el abastecimiento de la población presentaba un aspecto terroso, problema que agravaba la insuficiencia de los depósitos, situados entonces en el camping municipal de El Brillante.

Una red caótica

En enero de 1951 se constituyó la comisión gestora del Servicio Municipal de Aguas Potables, a la que se invitó al ingeniero palentino José Paz Maroto, que consideraba caótica la red de distribución al haberse aprovechado las antiguas conducciones que servían los veintiún abastecimientos distintos con que la ciudad contaba, cuyo control sanitario era muy difícil, lo que agravaba la mortandad por fiebres tifoideas. El ingeniero era partidario de captar el agua en el embalse del Guadalmellato y conducirla entubada a unos nuevos depósitos de almacenamiento y regulación, lo que permitiría su llegada en mejores condiciones de pureza y reduciría los gastos de depuración. Como el agua la reclamaba también la Comunidad de Regantes, el ingeniero propuso recrecer la presa, lo que permitiría aumentar su capacidad y satisfacer así las necesidades de regantes y del Ayuntamiento para su tratamiento y distribución para el consumo humano. Esa solución posibilitaría también elevar la cota de llegada a Córdoba, facilitando el abastecimiento desde los depósitos reguladores sin necesidad de elevarla artificialmente. Así que se solicitó al Ministerio de Obras Públicas la ampliación de la concesión del agua, desde los 12.500 metros cúbicos diarios de entonces a 60.000, que se atendería con el recrecimiento de la presa.

Fachada exterior de las instalaciones de Villa Azul, ubicadas en la zona de El Brillante.

Fachada exterior de las instalaciones de Villa Azul, ubicadas en la zona de El Brillante. / LADIS

Cuando Antonio Cruz Conde llegó a la Alcaldía en noviembre del 51 la solución ya estaba encauzada por su hermano Alfonso, que le había precedido en el cargo. Además, desde julio de aquel mismo año era ministro de Obras Públicas su suegro, el Conde de Vallellano, lo que, sin duda, favoreció las gestiones y la financiación. Decisivos fueron asimismo a lo largo de 1952 tanto el nombramiento de Juan Antonio Viguera, ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, como director-gerente del Servicio Municipal de Aguas Potables -que asumiría también la dirección de las obras- así como el encargo del proyecto definitivo a José Paz Maroto, ingeniero palentino especializado en abastecimiento y saneamiento de agua, que ya en 1943 había recibido un encargo similar que no se llevó a cabo por falta de recursos económicos.

La presa se recreció 7,90 metros hasta embalsar 170 millones de metros cúbicos para regar y beber

En junio del 52 el pleno municipal aprobó la ejecución del proyecto, cuyo presupuesto inicial superaba los 140 millones de pesetas, una cifra cinco veces superior al presupuesto ordinario de aquel año.

En pleno verano el Consejo de Ministros autorizó la subasta de la primera fase de las obras, que comprendía la construcción en Villa Azul (Brillante) de la estación decantadora y depuradora para 60.000 metros cúbicos diarios, un primer depósito regulador con capacidad para 27.000 metros cúbicos y parte de la red de distribución, que incluía una galería hasta la confluencia de la plaza de Colón con la actual Ronda de los Tejares a través del camino de la Cruz de Juárez. Tras declararlas de urgencia, las obras se adjudicaron en septiembre a la empresa madrileña Fábrega en 34,5 millones de pesetas, aunque su inicio se retrasó hasta diciembre.

Recrecimiento de la presa

Paralelamente se emprendió el recrecimiento de la presa del Guadalmellato en 7,90 metros de altura, lo que permitiría embalsar 170 millones de metros cúbicos frente a los 109 de entonces, suficientes para atender las necesidades de los regantes y el consumo urbano. Estas obras se adjudicaron en septiembre del 52 a la empresa Helma SA, y su costo final alcanzaría los 40 millones. Se emplearon en ellas 20.000 toneladas de cemento y 100.000 de áridos, con la producción de hormigón a pie de obra. La empresa instaló incluso un poblado in situ para el alojamiento de los obreros, dotado de comedor y capilla.

Durante las obras la página de sucesos registró la muerte de dos obreros de 28 años ambos, Antonio Ruiz Arcos y Fernando Rojas García, sepultados por el desprendimiento de un talud.

El importe de las obras superó los 200 millones de pesetas, que pagaron Estado y Ayuntamiento

Conducción entubada

Antes de que acabase la primera fase de las obras de abastecimiento, en octubre del 53, el Consejo de Ministros aprobó la subasta de la segunda, cuyo presupuesto de ejecución por contrata se cifraba en 70,84 millones de pesetas y comprendía la red de distribución, un segundo depósito y la conducción entubada -mediante gruesos tubos de 1,30 metros de diámetro- desde el embalse hasta Córdoba, a lo largo de un trayecto de 29 kilómetros que salvaba el accidentado terreno mediante seis túneles, trece acueductos y otros tantos sifones.

Un titular optimista aseguraba en estas páginas que «Córdoba quedará en breve liberada del angustioso problema de su abastecimiento de aguas». La nueva red de distribución urbana de agua potable precisaba unos 25 kilómetros de tuberías de distintos diámetros, cuya instalación obligó a abrir zanjas en las calles, que provocaban muchas molestias, pero la gente las soportaba con resignación. Para el abastecimiento de la Sierra se redactó un proyecto adicional que comprendía la construcción de depósitos a los que se elevaría el agua desde Villa Azul. Ante la perspectiva de mejora del servicio el número de abonados creció un 70 por ciento en tres años.

El ministro Vigón en Villa Azul con las autoridades que le acompañaron en la visita.

El ministro Vigón en Villa Azul con las autoridades que le acompañaron en la visita. / RICARDO

Pruebas satisfactorias

El 27 de junio de 1955 se iniciaron las pruebas del nuevo abastecimiento con resultado satisfactorio, aunque faltaba aún la conducción entubada desde el embalse correspondiente a la segunda fase de las obras, lo que se suplía mientras tanto elevando el agua a Villa Azul desde el canal de riego. Como recogió el periodista Gago, aseguraba una autoridad que aquella era la obra más importante que se había realizado en Córdoba «desde que se construyó la Mezquita». También mostraba su satisfacción por «tanta abundancia de agua en pleno verano […] en condiciones de pureza admirable». Sin embargo, a muchos cordobeses les decepcionó los primeros días que el agua presentase sabor a tubería, que en pocos días desapareció. El año agrícola se presentó bastante lluvioso aquel año 55, y hasta finales de abril se habían recogido en Córdoba 836 litros. El consumo se triplicó en una década y las nuevas instalaciones llegaron al tope de su rendimiento.

El recurso para afrontar el pago de los empréstitos destinados a financiar las obras eran los ingresos obtenidos por el suministro del agua potable. Para un consumo mínimo mensual de 5 metros cúbicos la empresa municipal tarifó cada metro en 5,50 pesetas, y a partir de ahí se fijaba una escala regresiva que primaba los consumos mayores, pero en años posteriores se penalizaban los consumos excesivos para poder afrontar la subida de salarios y de las materias primas.

Alcalde, técnicos y periodistas visitan las obras que se llevan a cabo en la presa.

Alcalde, técnicos y periodistas visitan las obras que se llevan a cabo en la presa. / LADIS

A mediados de junio del 57 estaba muy avanzada la conducción directa y entubada desde el pantano, con una capacidad de 711 litros por segundo, y la construcción del segundo depósito regulador de Villa Azul, con capacidad para 27.500 metros cúbicos. La memoria de la empresa municipal correspondiente al ejercicio de ese año señalaba la favorable marcha del servicio así como «el perfecto funcionamiento de las instalaciones, la magnífica calidad del agua suministrada y el aumento del número de abonados», que en 1960 rebasaban los 20.000. Al periodista Medina González le parecía casi un milagro que a medio metro de profundidad discurriera el agua «con presión suficiente para salir cantando por los grifos más elevados», aunque su espíritu romántico lamentara que hubieran desaparecido «las muchachas bonitas que van a la fuente, con su cántaro en el cuadril, a por agua». Eso quedaba relegado a las añejas postales de Garzón que mostraban a las muchachas con sus cántaros en la fuente del Olivo del Patio de los Naranjos.

Las obras de abastecimiento de agua potable se terminaron en los primeros meses del año 1961 y su importe total superó los 200 millones de pesetas, que afrontaron Ayuntamiento y Estado al cincuenta por ciento. Fue el precio de poner fin a una pesadilla y calmar la sed de los cordobeses.

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