MEMORIA DEL PASADO

El aeropuerto no remontó el vuelo

Las expectativas de que, tras su ampliación y mejoras, el aeródromo de Córdoba active los vuelos regulares invita a una mirada retrospectiva sobre su creación hace casi 65 años

Edificio destinado para los viajeros, con bastante afluencia de visitantes el día de la inauguración del aeropuerto.

Edificio destinado para los viajeros, con bastante afluencia de visitantes el día de la inauguración del aeropuerto. / Ladis

Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

La ciudad emiral donde el rondeño Ibn Firnas ensayó en el año 875 el primer vuelo era lógico que aspirase a tener un aeropuerto, aspiración que se cumplió en 1958, es decir, 1.083 años después de aquella lejana hazaña, que se saldó con la fractura de las dos piernas del audaz inventor. Pero hoy se le considera el precursor de la aviación y da nombre a un cráter de la Luna, un aeropuerto en Irak y un puente en Córdoba

La primera idea de dotar a Córdoba de un aeropuerto la tuvo en 1948 el alcalde Rafael Salinas Anchelerga, que cinco años más tarde retomó otro alcalde, Antonio Cruz Conde, al plantearle a Franco en una audiencia que era una de sus aspiraciones para la ciudad. La idea no le parecería mal al dictador, pues a los pocos meses Cruz Conde trató el asunto con el ministro del Aire, Eduardo González Gallarza, y en febrero del 54 técnicos de la Dirección General de Aeropuertos vinieron a Córdoba para estudiar el posible emplazamiento del campo de aviación, como se le llamaba. 

Elección de los terrenos

A mediados de 1955, el Pleno municipal aprobó una partida destinada a la compra de terrenos y movimiento de tierras. Se barajaron cuatro fincas, inclinándose finalmente por las de Cerrado de Quintos y Lavadero, situadas a 6,5 kilómetros al oeste de la ciudad y comunicadas por la carretera de Puesta en Riego. Eran las más caras de las cuatro por su valor agrícola, lo que se compensaba con un menor movimiento de tierras. Pero no fue fácil expropiar aquellas 36 hectáreas feraces situadas en la Vega del Guadalquivir, propiedad de una influyente familia sevillana que se resistió a la operación, que finalmente se llevó a cabo tras su declaración de utilidad pública. «La resistencia de los propietarios de la finca -asegura Cruz Conde en sus Memorias de una gestión pública- se mantuvo hasta el día de la ocupación, cuando estaba ya requerida la intervención de la Guardia Civil».  

Conseguidos al fin los terrenos, se encargó el proyecto al ingeniero aeronáutico y comandante Ramón Martínez Zapata. Este diario tituló: Córdoba tendrá aeropuerto, que sería el primero de España construido por un Ayuntamiento. Las instalaciones ocuparían una extensión de 300.000 metros cuadrados y comprenderían pistas de vuelo y de rodadura, edificio terminal y estacionamiento. La franja de aterrizaje tendría 1.500 metros de longitud por 150 de anchura y contaría con otra pista afirmada de 1.400 por 45 metros, más sendas pistas de emergencia a base de tierra compactada, a ambos lados, de 52 metros de anchura. 

Pasos administrativos

Para no aburrir al lector pasaré de largo por los sucesivos pasos administrativos que debió cumplir el proyecto, entre ellos, el informe favorable de la Comisión Superior de Ordenación Urbana, la aprobación por la Dirección General de Aeropuertos y el Consejo de Ministros, y la publicación en el BOE de la orden ministerial autorizando la construcción a cargo del Ayuntamiento y su entrega posterior al Ministerio del Aire. 

Un total de 22,25 millones de pesetas costaba aquel sueño, que un Ayuntamiento cuyo presupuesto ordinario alcanzaba en 1957 los 59 millones no podía soportar en solitario, por lo que pidió y obtuvo la participación de la Diputación, que asumió parte de las obras hasta 7 millones. Otras ayudas más modestas consiguió de la Comisión Nacional del Paro (500.000 pesetas) y de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana (50.000, algo es algo). La primera fase se adjudicó a Cotos (una de las tres concurrentes) en 10,43 millones de pesetas.

El alcalde Antonio Cruz Conde desciende del avión Heron, en el vuelo inaugural.

El alcalde Antonio Cruz Conde desciende del avión Heron, en el vuelo inaugural. / Ladis

En unas declaraciones a la Hoja del Lunes a principios del 58 el coronel de Aviación Arturo Méndez --un cordobés que sería el primer jefe del Aeropuerto-- elogió su emplazamiento, pues estaba «en terreno filtrante libre de encharcamiento y exento de las nieblas invernales», dijo, al tiempo que estimaba favorable la dirección habitual de los vientos, nordeste-suroeste. 

Casi terminadas las pistas el Pleno municipal aprobó la construcción del edificio terminal, proyectado por el arquitecto José Rebollo, que se encargó a dedo por razones de urgencia. En unos tres meses se levantó el edificio, que constaba de sala de espera, despacho del jefe, dependencias para las compañías aéreas, aduana, policía, estación meteorológica y torre de mando, además de bar y aseos. Pero las prisas se pagan y hubo que añadirle una planta más cuando se comprobó que resultaba insuficiente. 

La mañana del 10 de abril de 1958 estrenaron la flamante pista dos avionetas militares Aisa pilotadas por el teniente general González Gallarza, jefe entonces de la región aérea del Estrecho, y el coronel Pérez de Eulate, jefe de Protección de Vuelos de la misma región. Días más tarde volvió Gallarza con un trimotor Junkers, un avión de transporte alemán. 

Aunque no figuraba en el programa festivo, la inauguración del Aeropuerto Nacional de Córdoba coincidió con el día grande de la Feria de la Salud, el domingo 25 de mayo de 1958, y fueron muchos los cordobeses que se desplazaron para ver de cerca los aeroplanos, nombre, en singular, de una popular marca de azafrán. En las fotos de Ladis se ve a la gente agolpada al borde de las pistas. Como era costumbre de la época, la ceremonia inaugural se inició con la bendición de las instalaciones a cargo del obispo Fray Albino, a quien se le ve revestido de pontifical rociando con el hisopo agua bendita sobre el pavimento en presencia de las autoridades (fue una de las últimas ceremonias solemnes que protagonizó monseñor, pues fallecería tres meses después). No faltó el discurso del alcalde Cruz Conde, orgulloso de la obra. Aspiraba a que Córdoba estuviera pronto «enlazada con las rutas aeronáuticas», pues «vivimos una época en que las ciudades están unidas por horas de vuelo y no de distancias». La ceremonia terminó con el izado de la bandera española y una exhibición a cargo de patrullas del Ejército del Aire. 

Pero la inauguración del aeropuerto fue algo precipitada, ya que no dio paso a su inmediato uso comercial, pues faltaba ultimar el equipamiento del servicio de protección de vuelo, el balizamiento del campo de aterrizaje y el funcionamiento de un radiofaro en Guadalcázar, que eran competencia de la Dirección General de Aviación Civil. Mientras tanto, el Ayuntamiento ultimó el cerramiento del recinto y el ajardinamiento de la entrada. 

Fray Albino bendice las instalaciones del aeropuerto en presencia de autoridades.

Fray Albino bendice las instalaciones del aeropuerto en presencia de autoridades. / Ladis

Córdoba podía ya presumir de aeropuerto, aunque modesto, pero quedaba aún lo más importante, darle vida. Había que acordar con las compañías aéreas los vuelos regulares en una época del año, el otoño, poco favorable, así que desde la prensa se animaba a los cordobeses a volar. Las gestiones con la compañía Aviaco (acrónimo de Aviación y Comercio) fructificaron con un vuelo diario Córdoba-Madrid y regreso, a condición de que se le garantizase un 60% de ocupación, compromiso que asumieron y compartieron Ayuntamiento y Diputación

El servicio se realizaba con un cuatrimotor Heron de catorce plazas --aparatos apodados Jeromines--, que salía de Córdoba a las 8 de la mañana y aterrizaba en Barajas setenta minutos después, para volver por la tarde a las 16,15, demasiado temprano, por carecer la pista de iluminación nocturna. El despacho de billetes se estableció en el hotel Córdoba Palace, atendido por el delegado de Aviaco Francisco Yepes.

Primer vuelo

El primer vuelo se retrasó hasta el 5 de noviembre, casi medio año después de la euforia inaugural, y cubrió las catorce plazas. Entre los pasajeros figuraban el alcalde y el gobernador militar, así como el arquitecto Rafael de la Hoz y el tabernero Paco Cerezo con su hija Ángela, que aún recuerda hoy aquel bautismo de vuelo, que afrontó «contenta y sin miedo». Este periódico publicó la lista completa de viajeros, pues entonces no había protección de datos. «El establecimiento del servicio aéreo que diariamente nos ha de poner en conexión con todas las rutas el mundo, es un paso gigante en este avance progresivo de Córdoba», declaró un optimista Cruz Conde al regreso, tras bajar de la escalerilla. El director de Aviaco, Emilio Gil, y varios pilotos acudieron a la iglesia de los Dolores para ofrendar a la Virgen un ramo de flores. La religiosidad lo impregnaba todo y muchos cordobeses piadosos considerarían milagro que el Heron de Córdoba no fuese uno de los tres aparatos de su marca siniestrados en el bienio 1957-58, lo que aconsejó a Aviaco a sustituirlos por el Douglas DC-3. 

8 Muchos cordobeses se agolpan junto a las pistas el día de la inauguración del aeropuerto, que tuvo lugar el 25 de mayo de 1958.

8 Muchos cordobeses se agolpan junto a las pistas el día de la inauguración del aeropuerto, que tuvo lugar el 25 de mayo de 1958. / Ladis

Once pasajeros

En el primer mes de vuelos regulares la ocupación del Heron fue de once pasajeros. A comienzos del verano de 1959 Aviaco estableció un vuelo regular con Málaga en días alternos. En 1960 se ensayó un vuelo Córdoba-Jerez. Aviaco canceló su servicio en 1967 para reanudarlo dos años después, despidiéndose definitivamente en 1980. En 1983 la compañía Air Condal estableció vuelos regulares durante dos años con Madrid y Palma. El uso del modesto aeropuerto quedaría relegado a empresas de tratamientos agrícolas, traslados de órganos para trasplantes al hospital Reina Sofía, vuelos militares, vuelos chárter, cursos de pilotos y otras actividades menores. Hay que concluir que durante muchos años hemos tenido un aeropuerto con las alas truncadas, que espera ahora, tras su ampliación y reformas, remontar el vuelo.

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