La historia ha estado muy presente en la ejecución de los siete proyectos impulsados por la Junta que han transformado el entorno de La Ribera bajo la dirección del arquitecto Juan Cuenca. Esa historia demuestra que la ciudad es un elemento vivo que, sin perder de vista el pasado, se adapta a los nuevos tiempos. La geógrafa e historiadora del arte María Yllescas ha sido la encargada de bucear en el pasado y rememorar sus orígenes. "El actual paseo de La Ribera respondió a una necesidad, la de proteger a la ciudad de las distintas avenidas y crecidas del río, debido al mal estado que presentaban sus murallas", recuerda. Esto dio pie a la construcción de un murallón desde el molino de Martos al Puente Romano, que, basado en un proyecto de 1791 del arquitecto Ignacio Tomás, se inició en el año 1802 y se prolongó durante el siglo XIX. A raíz de ello, se varió "el tramo de la carretera de Madrid a Cádiz, que cruzaba la ciudad por su caserío interior, que pasaría a establecerse sobre el murallón". Yllescas señala que a mediados del siglo XIX estaba listo el tramo desde el molino a la Cruz del Rastro, con árboles y bancos y "adecuado para el paseo", mientras que el resto, hasta la Puerta del Puente, se terminó en la última década de ese siglo. No se hizo más porque se "optó por conectar con la carretera dirección Sevilla" por el Puente Romano. Esta obra fue iniciada en 1881 por el ingeniero Luis Sainz Gutiérrez y acabó en 1905. "Cambió la imagen de la orilla derecha, quedando resguardada de las inundaciones por el gran muro de sillería", relata. Dos años después empezó la reforma desde la Puerta del Puente "hasta la esquina con el edificio de la entonces cárcel, desde donde partía el camino hacia la estación", obra que "homogeneizó la imagen de la conexión del puente con la Ribera". Finalizó en 1912 y eliminó el molino de Hierro, lo que dejó incompleto al de la Albolafia.

Sin embargo, el deseo de tener este espacio como "zona de expansión y esparcimiento" existió desde mucho antes, desde mediados del siglo XVI, cuando las murallas perdieron su carácter defensivo y acabaron las contiendas. La historiadora explica que "en 1553 se realizó un primer paseo entre el Rastro y la Puerta del Puente y en tiempos del corregidor Francisco Zapata de Cisneros (1567--1571) se plantó una alameda, la Alameda del Corregidor" entre la Albolafia y la fuente de las Arcas, en el extremo sudeste del Alcázar, conocido también como el Paseo del Río. En ese entorno, y según los grabados estudiados, hay un ambiente "rural y comercial", con "personajes dedicados a la pesca y a las actividades ganaderas, sin olvidar que en sus inmediaciones y riberas se localizaban un gran número de establecimientos dedicados al hospedaje así como a las actividades industriales, relacionadas con el propio río, como las curtidurías", señala.

Siglos después, esta historiadora contribuye, junto a Juan Cuenca y al arqueólogo Juan Murillo, a conectar "la cota del puente de una manera natural" con la Puerta del Puente. Sin embargo, advierte que "nunca el entorno de la Puerta podrá recuperar la imagen que tuvo en el siglo XVI", distinta a partir del XX gracias al murallón que la transformó. Grabados y fotografías del siglo XIX le han valido para ver que el puente "tenía una considerable pendiente para alcanzar la cota de la Puerta". Además, explica, el "estado lamentable que presentaba ese frente de la ciudad al río provocado por las continuas crecidas" y otros factores urbanísticos derivaron en la ejecución del Paseo de la Ribera y del murallón.

La historiadora asegura que toda la reforma recién inaugurada "ha tenido un gran soporte documental", aunque confiesa que la restauración del Puente Romano resultó más compleja "por los nuevos datos que tanto, desde la arqueología como desde los archivos, íbamos teniendo". Y todo no acaba en esta intervención. "Queda mucho por investigar y contrastar, cada uno de los monumentos merecen una tesis doctoral", indica. Aún así, asegura que "el trabajo realizado en conjunto ha sido muy valioso y un claro ejemplo de colaboración entre los técnicos". En esta intervención se han tenido en cuenta "los antecedentes históricos, los documentos gráficos preexistentes, las referencias de otros autores, ya sean investigadores contemporáneos o viajeros románticos, y los estudios artísticos comparativos con edificaciones similares y del mismo periodo".

A su juicio, "el éxito ha sido que se ha actuado de una manera global, teniendo siempre presente que se trataba, no de una suma de intervenciones aisladas, sino sobre el conjunto que históricamente ha conformado la imagen del acceso meridional a la ciudad, con un gran respeto hacia su pasado monumental, suponiendo, a su vez, una gran aportación para el visitante al haber incluido un nuevo edificio que servirá de antesala documental a la visita".