El médico, el enfermero, el administrativo o el celador que trabaja en un centro sanitario no son los culpables de que el usuario no reciba una atención adecuada. El paciente tampoco debería soportar largas horas de espera en unas urgencias porque el sistema sanitario público reduce personal y otras prestaciones que impiden agilizar más la asistencia. En la sociedad desarrollada actual no se entiende que haya pruebas, consultas y revisiones que se eternizan u operaciones que tardan en hacerse meses. Pero, siendo prioritario mejorar estos déficits, nada justifica agredir al sanitario que te quiere curar.