Era muy joven cuando tomó su primera copa y le gustó. "Empecé bebiendo a los quince años en un intento de superar mi timidez, notaba que el alcohol me volvía una persona más extrovertida y comunicativa y lo utilicé como refugio".

Antonio Contreras no tenía problemas familiares, ni una infancia difícil ni traumas de los que escapar, huía de sí mismo. "El origen de mi adicción estaba en mí mismo, en mi forma de ser, me encadené sin darme cuenta y acabé probando no solo alcohol, sino todo tipo de drogas". En esa búsqueda de sensaciones, no le hacía ascos a nada. "Primero fue el alcohol, luego llegaron el hachís, la coca, el caballo y los ácidos".

El miedo a las agujas le frenó para inyectarse heroína. "Aún así, la esnifaba. Al principio, no me provocaba nada, no me gustaba, pero sigues probando hasta que acabas enganchado".

Por el camino, quedaron buenos amigos de Antonio. "Ha habido momentos muy duros y amigos con los que has compartido buenos ratos, con los que te has metido droga y que un día mueren por un pico adulterado".

En aquella época, la culpa y la dependencia dirigían la vida del Antonio alcohólico. "Después de una gran borrachera, en la que mezclaba de todo, te revuelve un sentimiento de culpabilidad muy grande que te hace frenar durante unos días, con el tiempo cada vez menos, para caer después de nuevo en la dependencia".

El dinero entraba y salía sin control. "Trabajaba para los vicios. Todo el sueldo desaparecía la primera semana del mes porque, con la euforia, te dedicas a invitar a todo el mundo, acumulas deudas y solo para ponerte al día te quedas sin un duro nada más empezar... Y vuelves al punto de partida".

Hablar con él del tema era imposible. "Sabes que algo va mal, no sabes dónde has dejado el coche, tienes lagunas de memoria, pero no quieres hablar de ello porque te sientes como si tuvieras una herida en la que te están pinchando y te duele". Y para escapar de la presión, solo había una salida. "Tomar una cerveza".

Un día, su cabeza le dio un toque de atención y reaccionó. "Cobré una buena paga y me fui de fiesta durante dos días. Al llegar a casa, era incapaz de dormir, sentí que algo fallaba y pedí ayuda. El médico me lo dijo claro. Tienes un problema con el alcohol y la cosa puede acabar muy mal".

Entonces surgió Acali, la Asociación Cordobesa de Alcohólicos Liberados. "Mi familia y la asociación han sido mis dos pilares para salir. Pasé seis meses con medicación y un año y medio más con entrevistas periódicas y terapias".

El alcohol, la peor adicción. "Al contrario de lo que mucha gente piensa, el alcohol es la droga más dura. La consideración social también influye. No te gusta que te vean con una raya o un pico, pero si te tomas una copa, parece que no pasa nada, es normal. Sin embargo, te puedes morir de un delirium tremens por alcohol. Esa droga me robó mi juventud, quince años de mi vida". Ahora es un hombre nuevo... Consciente de su suerte, quiere servir de ejemplo a los que ahora pasan por el trance de la desintoxiación.