"Quiero crecer de la mano del Córdoba CF", dijo cuando el club le presentó como entrenador de la primera plantilla el verano pasado de un modo quizá sorprendente, pero ciertamente justo. Antonio Germán Crespo Sánchez (Granada, 1975) ya ha entrado en la historia blanquiverde como el hombre que tenía la llave para salir del sótano del fútbol español tras el ascenso a Primera RFEF en Mérida. En El Arcángel se vivió un desplome sin parangón desde que existe este deporte en España: de Primera a cuarta en seis años. Ahora, ocho años después de los festejos en Las Tendillas por el ascenso a la élite, la hinchada regresa a la plaza más céntrica de la ciudad para celebrar el noveno ascenso de la historia del club, conseguido, esta vez, en el Estadio Romano.
En el Estadio Romano de Mérida puede llegar el momento cumbre en la carrera del técnico nazarí, forjada en divisiones alejadas del profesionalismo (Huétor Vega, Atarfe, Maracena) y con medios más bien limitados. Ya estuvo en el Real Jaén, donde batió marcas estadísticas pero se quedó sin ascenso después de una campaña tremenda en Tercera División. Al Lincoln Red Imps de Gibraltar lo dejó tercero en el campeonato y en la previa de la Europa League. Cuando le llamaron desde el Córdoba CF se lo pensó poco: se le presentaba la ocasión ingresar en un histórico en declive, con toda la carga de presión y expectativas que eso representa. Estaba en el filial -donde lo hizo realmente bien- y le "premiaron" con un desafío titánico en el primer equipo. Le entregaron una escuadra podrida y moribunda, que venía de enlazar actuaciones ridículas con Pablo Alfaro al frente. Quedaban tres partidos. No perdió ninguno, pero ya era demasiado tarde. Eso sí, firmó un 0-5 en la fiesta del ascenso de la Balona. Un presagio de lo que vendría después del adiós a la extinta Segunda B y el ingreso en la nueva Segunda RFEF. El fondo del fondo.
Un equipo de autor
El Córdoba CF 21-22 es un equipo de autor. Juan Gutiérrez Juanito dio con la tecla desde la dirección deportiva para construir una formación de un nivel superior para la Segunda RFEF y Crespo consiguió exprimir la mejor versión de casi todos. Con el granadino al mando, la trayectoria está siendo casi perfecta. Los números sitúan al Córdoba CF como el mejor equipo de las primeras cuatro categorías nacionales: es el que más partidos gana (21 en 29 jornadas), el que más goles marca (72), el que mayor diferencia tiene entre marcados y recibidos (50), el que mejor coeficiente presenta (2,38, por delante del Real Madrid, con 2,32), el único que ha vencido en todas sus comparecencias como local (15)... Una colección de excesos dentro de una división impropia, aunque eso no resta mérito al papel de los blanquiverdes. Había que sacar lustre en escenarios grises. Ganar no es fácil en ninguna categoría. Hacerlo tantas veces y de un modo tan apabullante encierra una complejidad con la que Crespo ha sabido lidiar con naturalidad.
Todo le fue de cara desde el principio. De hecho, es probable que el único momento de angustia lo viviera en Chapín cuando en la primera jornada de Liga el Xerez DFC marcó el 1-0 a poco de empezar. Seguramente algunos cordobesistas se echarían las manos a la cabeza ante tenebrosos pensamientos basados en hechos reales. La sensación duró poco. El Córdoba acabó goleando por 1-5, con el primer triplete en la carrera profesional de Miguel De las Cuevas. El equipo se puso líder... y hasta hoy.
De Chapín al Romano
Entre Chapín y el Romano José Fouto, una trayectoria de 21 victorias, seis empates y dos derrotas -ojo: una de ellas en el despacho del juez único de competición de la RFEF por la alineación indebida de Javi Flores en San Fernando (de 0-3 a 3-0)-. La otra fue ante el Villanovense (1-0), precisamente su último adversario en El Arcángel: le doblegó por 2-0, un marcador que pudo haber sido bastante más amplio. El Córdoba ganó en Mérida pese a ser campeones ya en el descanso independientemente del resultado. El club tiene otro episodio de éxito estrambótico en su historia. A Germán Crespo le daba lo mismo cómo y dónde sea, siempre que fuera lo más pronto posible. En estos días le toca apretar las tuercas emocionales de un equipo que está como loco por terminar. Tras la victoria en Mérida marcó un nuevo reto: ganar los cuatro que quedan. Él es así.
Crespo ha gobernado con acierto un vestuario saneado, en el que sólo quedaban -al margen de los promocionados del filial- cuatro puntales del ominoso curso del descenso. Los capitanes -Javi Flores, De las Cuevas, Willy Ledesma y Bern. ardo Cruz- se quedaron en el proyecto, lejos de su hábitat habitual y con renuncias en sus contratos. El central cordobés, con menos protagonismo en el campo, ejerce como un líder inspirador en el vestuario y cumple cuando se le requiere. El resto está firmando sus mejores números: Flores (35 años) jamás había enlazado tantos partidos, De las Cuevas (35) lleva 13 goles y se ganó la renovación automática, y Willy (32) es el máximo goleador del grupo (14).
Crespo ha triunfado en una división de la que conoce todo: las encerronas, las trampas, la extramotivación de los adversarios, el infame césped sintético, la dificultad para estimularse en campos sin glamour... Nadie podía engañar al del Zaidín, curtido en el oficio y, además, al frente de una plantilla de un talento muy por encima del resto. Para adornar el campeonato, el Córdoba se apuntó el primer título a partido único de su historia: la Copa RFEF que ganó en El Arcángel al Guijuelo (1-0). Y en la Copa del Rey, su duelo con Julen Lopetegui resultó de lo más atractivo. El técnico del Sevilla, que en las vísperas del duelo mostró su desconocimiento de la realidad blanquiverde -"tienen muchos jugadores del año pasado", declaró-, tragó saliva en la banda en una eliminatoria que los suyos resolvieron con un gol en la prórroga (0-1). Fue el partido de mayor nivel que ha dirigido el granadino hasta el momento.
La firma del objetivo abrirá ya la puerta del futuro del Córdoba CF, al que estará ligado Crespo en la Primera RFEF. Podrá de nuevo el granadino exponer su plan, idéntico en el fondo pero en otras circunstancias. Se trata de seguir creciendo con su particular ideario: pizarra y corazón. Y el techo aún está lejos.
