A veces león hambriento que devora a su presa en tres bocados, otras águila al acecho para atacar en el momento preciso, a veces sigilosa serpiente embaucadora que provoca la confianza del rival para que descubra su zona vulnerable y ahí golpearle de modo letal. Por encima de todo, un camaleón. El Córdoba CF se mueve con pericia en todo tipo de situaciones. Las preguntas que todos se hacían en verano, cuando el calendario le enseñó el itinerario por plazas que jamás había pisado, están recibiendo una respuesta concluyente: este equipo no encuentra freno. Las dificultades parecen estimularle. No se escuchan quejas ni lamentos, por más que existan motivos para echarse las manos a la cabeza si uno repara en la avalancha de lesiones que han torpedeado al grupo ya desde la pretemporada. Se hizo la preparación sin poder contar con los porteros de la primera plantilla y después se fueron cayendo piezas en todas las zonas. Un sudoku semanal que Germán Crespo está resolviendo con habilidad, paciencia y efecto positivo. En Lepe se volvió a confirmar que la formación construida por Juan Gutiérrez posee la suficiente solidez como para superar el destrozo permanente de las bajas.

Al Córdoba CF ya le conocen. Y le temen. Que los adversarios consideren una derrota honorable como un desenlace deseable es uno de los mayores éxitos de los blanquiverdes, cuyo expediente tiene un formidable poder de intimidación. El San Roque combatió con ese vigor que ponen en el campo los que son conscientes de que conservar el botín con el que se inicia el duelo es una buena opción. El Córdoba CF tuvo que sufrir en un escenario complejo, con lluvia y viento, frente a un oponente que tuvo valentía mientras pudo. Este Córdoba CF es mucho Córdoba CF en una categoría como la que ahora se podría decir que disfruta, aunque todo esto sea un peaje que pagar ante un destino mejor. Ya son 14 partidos sin perder, la tercera mejor racha de todos los tiempos. A ver quién lo frena.