De acuerdo, era algo que podía pasar. Todo el mundo lo advertía pero nadie lo esperaba. Normal ante la formidable racha de resultados, la inercia ganadora y el aspecto que ofrecía el adversario: colista y sin un triunfo que llevarse a la boca. El Córdoba CF pudo ganar en Tamaraceite y hacerlo bien, pero terminó cediendo dos puntos en el tramo final y se marchó con la irritante sensación que produce el haber tirado una oportunidad para reforzar su mensaje de potencia ingobernable en la Segunda RFEF. Y también de extender sus récords, que por mucho que los protagonistas se esfuercen en minusvalorar -en un ejercicio de exagerada modestia- son un pasaporte directo a la inmortalidad deportiva. 

El asunto es que el Córdoba CF salió del Juan Guedes sin los tres puntos, con mala cara y tareas por hacer. Lo positivo es que sigue sumando y no pierde el liderato. Lo peor sería que dejara pasar lo sucedido como si nada, achacándolo a las leyes del fútbol y a esos latiguillos que sirven para dar una explicación rápida y superficial a cualquier situación. Germán Crespo, que sabe mejor que nadie que a día de hoy -y en el Córdoba más- lo bello es lo útil, dejó claro su diagnóstico. Detectó el error y lo dijo. Faltó la «cabecita fría» en el lugar donde se decide todo: las áreas. La ajena, donde faltó precisión, y la propia, donde sobró suficiencia, Ahora le toca repararlo.