Los productos de la Vega lamentan la incertidumbre que atraviesa sector

La falta de ventas ralentiza la campaña de recolección de cítricos

La actividad debería acabar en marzo, pero se encuentra solo al 60% y se prolongará hasta mayo

La entrada de naranja de Egipto ha paralizado la comercialización y ha tirado los precio de la local

Trabajos de recolección de naranjas en una explotación citrícola de Palma del Río.

Trabajos de recolección de naranjas en una explotación citrícola de Palma del Río. / Elisa Manzano

Elisa Manzano

Elisa Manzano

La provincia de Córdoba, con Palma del Río como principal municipio de la producción citrícola, se encuentra inmersa en una campaña que puede ser catalogada de gran dificultad por distintos factores. La naranja está en el árbol, sin coger, sin apenas trabajo en los almacenes (donde la mano de obra en estas centrales es femenina), sin mercado y sin precios. Las pérdidas están sin cuantificar, aunque se habla de 140.000 jornales menos, entre trabajos en campo (recolección) y manipulación en almacén.

El citricultor comenzaba la actual campaña partiendo de una merma productiva de un 50% por culpa de la sequía. Con esta realidad productiva, el sector tenía previsto poner fin a la temporada en este mes de marzo; sin embargo, la campaña se encuentra en torno a un 65% porque «no hay mercado, nos iremos al mes de mayo y todo bajo una gran incertidumbre». Este escenario inicial, al que se enfrentaba la citricultura en la Vega del Guadalquivir, se ha encontrado con una «sorpresa», la llegada masiva de naranja de países terceros, sobre todo la producción de Egipto en el segundo tramo de campaña. No es una variable nueva en la citricultura de la zona, pero el conflicto del canal de Suez ha cerrado el paso a la naranja de África hacia Asia y esta producción se ha dirigido a Europa, mercado «doméstico» de la naranja andaluza, la de Palma y la zona, y ha desbaratado los objetivos marcados por el sector en una temporada ya de partida muy complicada por la sequía y las altas temperaturas que provocaron una gran pérdida de kilos, estimada en más de un tercio de la producción.

En los últimos días de febrero, el presidente de la asociación profesional citrícola Palmanaranja, Antonio Carmona, hizo un llamamiento a los agricultores planteando que «no se venda a bajos precios». Señaló que no había que caer en propiciar una bajada de rentabilidad, es decir, «a no vender por debajo de los costes de producción» y ya, de forma alarmante, indicó que «la entrada de naranja procedente de Egipto ha provocado un frenazo en seco a la posibilidad de comercializar nuestra fruta y a una bajada de precios fulminante». Carmona subrayó que «la campaña está en punto muerto». Por ello, apostó por «aguantar con la naranja en el árbol», con el objetivo de «que se vaya despejando el mercado, que desaparezca la presión de la naranja de fuera».

Con la naranja sin coger

Superado el ecuador del mes de marzo, Carmona manifiesta que «estamos igual, con la naranja sin coger». Reconoce que, a pesar de la reducción del aforo de este año, la primera temporada había arrojado algo más de kilos que lo estimado y que las cotizaciones eran buenas partiendo de la base de la rentabilidad para el productor. Todo cambió, superado el primer tramo, de variedades tempranas, con la irrupción de naranja de África, con la que «no podemos competir. Por eso reclaman la aplicación de las cláusulas espejo, «para trabajar con los mismos costes productivos o los mismos tratamientos fitosanitarios, aunque el agricultor sabe que con lo que no se puede competir es con los costes salariales. Por eso, la reflexión sobre los países terceros va en este sentido, es decir, exigen «respeto a las condiciones laborales».

Recogida de naranjas en la provincia de Córdoba.

Recogida de naranjas en la provincia de Córdoba. / Archivo / CÓRDOBA

En un encuentro organizado por la Cooperativa Agrícola de Regantes de Palma del Río, una jornada informativa sobre la PAC, el debate se centró en la pésima situación «del campo». Juan González Morales recalcó que «de la naranja vive toda Palma» y lamentó que «no hay mercado, no hay precios» y con costes de producción elevados no se cubre la inversión. A su juicio, no ha habido nunca una campaña igual. David Chao, gerente de la cooperativa, manifestó que «nos enfrentamos ante un producto con el que no podemos competir, que nos llega de fuera con costes inferiores» y subraya que «los tractores están en la calle y no es por capricho. Hay un problema de rentabilidad familiar». La citricultora Pepi Torres explica que, «afortunadamente», vendió su cosecha al inicio de la campaña, por eso cree que ha tenido suerte. Además, argumenta que ha invertido en instalar placas solares para abaratar sus costes de producción, señalando que «había que regar porque la naranja se secaba».

Esta agricultora pone sobre la mesa otra vertiente del problema, como es el de la naranja de zumo, que tampoco tiene precios y que se está abasteciendo también con naranja de Egipto, e insiste en que falta personal en la recolección, «no hay mano de obra local, que esté especializada». En este punto, Torres indica que otra barrera del sector es el relevo generacional: «El campo, aquí, no va a tener relevo generacional». Y añade que otro hito lo constituye el aumento de la superficie citrícola.

Los datos hablan por sí solos. En 1998 la superficie era de 2.556 hectáreas, ahora ronda las 14.000.

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