Calenda verde

La ruda y Fray Luis de Granada

La floración de la ruda se asocia con la introspección y la conexión espiritual, como refleja la obra de Fray Luis de Granada, escrita en parte en los alrededores de Santo Domingo de Scala Coeli

Imagen de una planta de Ruda, muy habitual en la sierra de Córdoba.

Imagen de una planta de Ruda, muy habitual en la sierra de Córdoba. / Aumente

José Aumente Rubio

José Aumente Rubio

Estruendo de cohetes, música, revoloteo de banderas, caballistas y un nutrido grupo de coloristas carrozas, repletas de romeros, llegan hoy a la explanada del santuario de Santo Domingo de Scala Coeli -fundado por san Álvaro de Córdoba en 1427- para celebrar esta singular romería, expresión simbólica de reencuentro con el campo y la naturaleza. Pero pocos de los allí congregados saben que en el siglo XVI vivió en este monasterio Fray Luis de Granada, el más significado escritor naturalista de toda la literatura española, por sus sensibles y atinadas descripciones de las más diversas manifestaciones de la naturaleza, y que precisamente allí escribió parte de su obra.

Poco antes de llegar al monasterio, a la derecha de una curva de la carretera de acceso al mismo, y cerca de un restaurante, se encuentra el monumento a fray Luis de Granada, que consiste en una columna cuadrangular de ladrillo que sostiene un cilindro, rematado por una cruz de hierro. En uno de los azulejos que adornan los laterales se puede leer «En esta solana el R.P. Maestro Fray Luis de Granada de la Orden de los Predicadores se retiraba para orar y escribir. Años de 1534-1545». En 1872, Romero Barrospadre de Julio Romero de Torres, tan presente en Córdoba durante este año- pintó este paraje, documento excepcional para conocer cómo era el lugar en la segunda mitad del siglo XIX, y que puede contemplarse si se visita el museo de Bellas Artes de nuestra ciudad.

Unos años después de abandonar el monasterio de Santo Domingo, concretamente entre 1583 y 1585, Fray Luis de Granada escribió Introducción al símbolo de la Fe, donde describe plantas, flores, frutas y animales con amor, ternura y regocijo, demorándose en las peculiaridades de las distintas formas de vida. Me llama la atención un pasaje donde narra una anécdota que probablemente ocurrió en Santo Domingo y que muestra las complejas relaciones que se pueden establecer entre animales y plantas, ejemplo preclaro de lo que luego se llamaría etología o ciencia de la conducta animal. Dice así: «¿Quién pensara que hay especies de yerbas que ayudan a pelear? En la huerta de un monesterio nuestro parecía a veces un escorpión, y un gato grande y animoso determinó pelear con él, para lo cual se apercibió con la ruda, revolcándose mucho en ella. Y armado, y confiado en estas armas, vase a buscar al enemigo, estando un religioso dende la ventana de su celda mirando este combate. Y después de muchos encuentros de parte a parte, finalmente el gato, tomando el escorpión entre las uñas en el aire, lo despedazó y mató». Un contemporáneo de Fray Luis, Andrés Laguna, médico humanista español del siglo XVI especialmente dedicado a la farmacología y a la botánica médica, nos cuenta algo parecido: «cuando la comadreja tiene que pelear con alguna enemiga serpiente, se harta primero de la ruda».

Esta planta es abundante en los alrededores de Santo Domingo, al igual que en toda la sierra de Córdoba, y ahora mismo está en plena floración. Pero no se nos ocurra restregarnos la ruda por la piel, emulando al gato, para repeler insectos y otros animales indeseables, porque es una planta tóxica al contacto físico. Los efectos, que he podido comprobar personalmente, consisten en quemaduras de apariencia análoga a las solares, aunque sumamente irritantes y duraderas.

Es natural que una planta frecuente en el Mediterráneo y de tan intenso olor llamase al punto la atención de los antiguos, y que, por tanto, fuese una de las primeras especies medicinales utilizadas. Leonardo da Vinci y Miguel Ángel Buonarroti atribuyeron a la ruda la capacidad de expandir la conciencia, potenciar la visión interior y estimular la creatividad, aunque su utilidad más divulgada es la notable acción que ejerce sobre las fibras musculares uterinas, y que, a ciertas dosis, es capaz de congestionar los órganos de la pelvis. Como consecuencia de ambas acciones puede provocar el aborto.

Se me ocurren dos razones por las que Fray Luis de Granada conocía sobradamente esta planta: Las ramas de la ruda se emplearon antiguamente para rociar el agua bendita antes de misa y para protegerse de las epidemias; y por otro lado, se cultivaba sobre todo en los claustros, por su fama de antiafrodisiaco. A este propósito, uno de los llamados padres de la botánica, Hieronimus Bock, en 1551, recomendaba a los monjes y religiosos que quisieran guardar castidad y conservar su pureza que fuesen constantes en tomar ruda en sus alimentos y en sus bebidas.

Pero la floración de la ruda también se asocia con el renacimiento de la esperanza, proporcionando una visión mística a quienes la buscan, e indicando que es el momento propicio para la introspección y la conexión espiritual. Quizás estas propiedades sean más acordes con un hombre que hace casi quinientos años escribió: «¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido, / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!» Nada que ver con el bullicio y el ajetreo que hoy inundan el monasterio donde este fraile místico encontró la paz, hasta el punto de que «las moscas le susurraban al oído que no había de temer nada, pues Dios estaba con él».

Habilidosos migradores

Cada día un nuevo canto anuncia la llegada del buen tiempo, y los aires se llenan de vuelos de regreso, la vuelta a casa de numerosas aves tras su período de invernada en el continente africano; pero si hay un ave que lleva grabado en su ADN el instinto migratorio es el milano negro, cuyo nombre científico, Milvus migrans, no deja lugar a dudas. Desde finales de febrero empieza a hacerse notar la presencia del milano negro en la Baja Andalucía, si bien el grueso de la población irrumpe a lo largo de todo marzo, aunque los más viajeros, es decir, los que se instalan en el norte de Europa, se desplazan también a lo largo de abril y unos pocos también en mayo. Antes de finales de verano prácticamente todos los milanos negros abandonaran nuestras latitudes para, tras atravesar el estrecho de Gibraltar, dirigirse de nuevo a África tropical, donde pasaran el otoño y el invierno.

Mientras tanto disfrutemos de una de las rapaces más fácilmente observables en los entornos más humanizados, porque el milano negro ha sabido aprovechar en beneficio propio el nefasto -para otros muchos animales- avance de la técnica, y así se alimenta, en no escasa proporción, de animales atropellados, de peces muertos por falta de oxígeno en aguas contaminadas y de los restos de la cocina humana que se acumulan en los basureros.

Los milanos negros dibujan en el aire toda suerte de filigranas con una agilidad tal, que sólo el que haya observado a una de estas aves picar sobre una carretera concurrida y llevarse un pajarillo atropellado en el pequeñísimo lapso de tiempo que mediaba entre el paso de dos automóviles, metiéndose prácticamente entre las ruedas de los vehículos, comprenderá la portentosa facilidad de maniobra de que son capaces estas aves.

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