Opinión | A pie de tierra

La profesión de arqueólogo (III)

¿Por qué no valorar fórmulas formativas y de promoción profesional similares a los MIR sanitarios?

La problemática universitaria en relación con la arqueología afecta también al campo de los Másteres y Postgrados específicos sobre la materia, que, aun cuando nacidos en origen con vocación de panacea, generalista y no siempre bien adaptada a las necesidades reales del colectivo y de la sociedad, en medio de la improvisación, la competencia feroz, la proliferación con afán estratégico y las prisas, vinieron -más de uno ha perecido ya por el camino, de inanición o por pura asfixia institucional- a corregir ciertos sesgos docentes y suelen poner el acento en la capacitación profesional.

A día de hoy se trata, no obstante, de un objetivo conseguido sólo a medias, por cuanto los alumnos que concurren a los Posgrados no siempre cuentan con el bagaje necesario para aprovechar adecuadamente el nivel de especialización que el programa de estudios les ofrece, ni tampoco saben muy bien por qué y para qué los cursan más allá, por ejemplo, de que están muy bien puntuados en los baremos de las oposiciones a profesores de Secundaria, o son conditio sine qua non para concurrir a determinadas convocatorias de becas y ayudas oficiales. Pocos, de hecho, saben utilizarlos como plataforma efectiva para emprender nuevas vías de desarrollo profesional, relacionadas ya no sólo con la investigación, la gestión o la transferencia del conocimiento, sino también, por ejemplo, con la cooperación internacional. Por el contrario, suelen usarlos como una forma de prolongar su formación universitaria y acumular méritos mientras esperan que el mercado laboral les ofrezca alguna oportunidad, diseñan un futuro diferente al margen de la arqueología, o encuentran el modo de alejarse de España para hacer valer sus estudios al otro lado del mundo. Algo que afecta también a otros países de nuestro entorno con casuísticas universitarias y patrimoniales parecidas, como es el caso de Italia, aun cuando allí la formación académica es muy superior a la española. Son también un procedimiento complementario y muy efectivo para sanear las maltrechas arcas de nuestras Universidades y, de paso, completar la carga docente de los diferentes Departamentos, en tiempos marcados trágicamente por Bolonia, la incertidumbre y las tasas de reposición demasiado restrictivas, que están llevando a la pérdida irreparable de numerosas plazas docentes con la consecuente y en ocasiones irreversible contracción, mientras siguen sin corregirse problemas endémicos y de enorme trascendencia como la baja productividad o los agravios comparativos. De momento, los números mandan: las Universidades necesitan alumnos si no se quieren ver cuestionadas o perder financiación, lo que las pondría en riesgo de desaparecer.

Así las cosas, convendría abordar un balance profundo, honesto y realista del sobredimensionado y endeble panorama universitario español, preguntarse si de verdad no caben otras alternativas; también, en el campo específico de la Arqueología. ¿Por qué no valorar fórmulas formativas y de promoción profesional similares a los MIR sanitarios? Me refiero a los policlinici dei beni culturali de los que se habla en Italia, donde se integrarían en una potencial Scuola Nazionale del Patrimonio.

La idea ofrece un enorme interés como posible vía de futuro, por lo que supondría de unificación teórico/práctica para nuestros postgraduados, de incremento notable en la calidad de su formación -más transversal, multidisciplinar, holística y efectiva que la hoy recibida-, y de apertura a nuevas vías de acceso al mercado laboral menos precarias y excluyentes.

  • Catedrático de Arqueología de la UCO

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