Según la última encuesta del CIS las etiquetas políticas que eligen mayoritariamente los españoles son "socialista" (15,7%), "liberal" (12,9%) y "conservador" (11,7%) frente a las minoritarias "comunista" (2,5%), demócrata-cristiano (3,3%) o ecologista (4%). Dado que hay un aglutinador partido socialista, el PSOE, y un gran partido conservador, el PP, la pregunta es ¿por qué no hay un partido genuinamente liberal?

La tradición liberal ha sido una constante y una característica genuina de la política española, teniendo en la Constitución de Cádiz su momento más álgido, de leyenda. El liberalismo como sinónimo de Ilustración y modernidad, de secularización y racionalidad, fue siempre minoritario en un país dado a los excesos y extremismos pero poderoso en su influencia filosófica, de Ortega y Gasset a Mario Vargas Llosa pasando por Salvador de Madariaga. Del mismo modo, por cierto, que en el resto del mundo, en el que la salida de la crisis oscila entre los posicionamientos de liberales como Friedrich Hayek, Milton Friedman y John Maynard Keynes.

En los primeros años de la democracia hubo un partido específicamente, pero acabó siendo "abducido" dentro del Partido Popular. De hecho, también indica el CIS que actualmente el voto liberal está muy repartido entre el PP (19.8%), PSOE (7,6%), UPyD (12,5%) y CiU (10,5%). En cierto modo, el liberalismo no tiene un partido propio que lo represente porque ha "contagiado" a socialistas y conservadores de sus propuestas. El liberalismo que consiste fundamentalmente en la ampliación y profundización de las libertades individuales, tanto en lo político como en lo económico, ha conseguido que España sea uno de los países más respetuosos con las libertades civiles (reconocimiento del derecho de los homosexuales al matrimonio o la implantación de diversas y razonables leyes de despenalización del aborto, por ejemplo) y que poco a poco se vaya introduciendo la mentalidad favorable a la competencia y la innovación empresarial, junto al respeto a la propiedad privada, en las culturas proteccionistas, mercantilistas y estatistas comunes, cada uno a su modo igualmente intervencionista, tanto a conservadores como a socialistas.

El voto liberal se orienta, por tanto, dependiendo de las circunstancias de cada elección. Si un contexto de crisis económica exige medidas de racionalización económica los liberales votan mayoritariamente al PP. Si, por el contrario, una vez estabilizada cierta apertura de la economía a la libertad, la competitividad y la productividad, se hace necesaria una profundización de las libertades civiles, entonces el voto liberal se inclina al PSOE.

Sin embargo, la crisis que nos asuela está enrocando tanto al PP como al PSOE en unas posiciones genuinamente conservadoras y socialistas para satisfacer a su electorado más radical, el único que votaría a unos partidos consumidos por la corrupción institucional y la esclerosis ideológica, debido al apego puramente sentimental a una historia y unas siglas. Por ello, puede ser relevante que haya surgido un genuino partido liberal, el Partido de la Libertad Individual (www.p-lib.es) que recientemente ha sido aceptado dentro de la Internacional Liberal. Que sea capaz de atraer tanto a liberal-conservadores como a social-liberales --además, claro, de liberales "puros"-- en una gran plataforma liberal es ahora su desafío.

* Profesor de Filosofía