Hace tres semanas, tras la reunión de su comité federal, afirmé que el PSOE había iniciado un camino que no se sabía bien hacia dónde conducía. Ahora, después de la nueva reunión del domingo 23, podemos decir que se ha cubierto una primera etapa, si bien aún no se ha despejado algo fundamental: la ruta que se va a seguir, tanto desde un punto de vista interno como de cara al comportamiento en el Congreso, donde deberán afrontar una cuestión crucial, la aprobación de la Ley Orgánica de Presupuestos Generales, para la que el Gobierno necesitará mayoría absoluta. Antes que nada, sí quisiera recordar algo que ya he dicho en otra ocasión: nos encontramos en esta situación porque el Partido Popular y Podemos estaban empeñados, por diferentes motivos, en la celebración de nuevas elecciones, o lo que ambos llamaban una segunda vuelta. Rajoy se negó a someterse a una sesión de investidura y Pablo Iglesias impuso su línea de negarse a la negociación con Pedro Sánchez y ni siquiera contempló la posibilidad de una abstención.

El Comité federal del PSOE ha optado por la abstención en la segunda vuelta de la investidura, y lo primero que llama la atención es cómo ha calado en estas tres semanas el discurso del PP acerca de que toda la responsabilidad de cara a la no repetición de elecciones era de los socialistas. La Gestora ha asumido ese planteamiento, nadie ha recordado que hay otros grupos parlamentarios, ni los apoyos obtenidos por los populares para controlar la presidencia del Congreso. Los partidarios de la abstención se han impuesto, aunque a algunos les resulta imposible utilizar esa palabra cuando defienden su posición, como al parecer ha sido el caso de Susana Díaz al hacer uso de la palabra en el cónclave de su partido. Recordemos que algo similar le pasaba a Zapatero con la palabra crisis, y ya vimos cómo acabó. Quienes abogaban por el abstencionismo han dado diferentes argumentos, uno de ellos, que se ha escuchado desde los primeros momentos, es que esa posición no es similar a la de un apoyo, que abstenerse no es apoyar. De acuerdo, pero ¿por qué le impedían a Pedro Sánchez que formara gobierno con la abstención de los independentistas? Que esos grupos se abstuvieran no significaba que apoyaran a Sánchez, de acuerdo con su lógica. En consecuencia, ¿por qué situaban a su secretario general en un callejón sin salida? ¿o es que su objetivo era eliminarlo como así fue finalmente?

Recién finalizado el comité federal del domingo, y cuando yo escribo, unas horas después, me han llamado la atención dos reacciones ante la decisión socialista. Una, la de Pablo Iglesias, que nos anuncia, cual profeta, «el fin del turnismo como sistema de partidos», así como el nacimiento de una «Gran Coalición» frente a la cual estará él (y su partido) como alternativa. Demuestra que ignora el verdadero significado del turnismo, o si lo conoce intenta engañar a los ciudadanos, ante los cuales debería practicar pedagogía de cara al conocimiento de nuestro sistema político, porque la existencia de alternancia en el poder no significa que haya un sistema de turno como el practicado en España durante la Restauración borbónica, cuyo funcionamiento supongo que debe conocer, y por tanto será sabedor de las grandes diferencias existentes con el actual. La otra ha sido la de Pedro Sánchez, quien también profetiza que «llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya el PSOE». Entiendo que ese llamamiento a la militancia tiene que ver con una concepción democrática de su partido, algo que debería ser inherente a toda formación política del siglo XXI. Finaliza con la palabra «Fuerza», si bien yo le recomendaría que utilizara las palabras de la cabecera de una publicación socialista de Montilla de los años 20 del pasado siglo: «Fuerza y Cerebro».

* Historiador