José Luis Rey habita su reino sideral, con su fe de conquista. No es un poeta: es un pionero que avanza desde la oscuridad, que va tejiendo un haz de luces y caudales para alumbrar al resto de los hombres. Como experiencia íntima de transformación, les invito a que se detengan a leer lentamente, como decía Gabriel Ferrater que hay que leer los poemas, cualquiera de las composiciones que integran La fruta de los mudos , su último poemario, publicado por Visor, como toda su obra, con el que ha ganado el Premio Ciudad de Melilla. Lean La infancia de Jesús o Balada de los hipopótamos tristes , o cualquier otro poema. Léanlo a la manera que proponía Ferrater: primero de un tirón, y después con una atención detenida, más cosida al detalle del fulgor y el matiz, aquello que se esconde tras la pisada fúlgida del ciego y al final es la luz clamorosa de un mundo. A partir de la pulsión imágenes, de fulguraciones simbolistas de asombro venidero --es una lectura que no termina en el propio acto de leer, sino que continua, se va recomponiendo en la retina--, todos los poemas de José Luis tratan de un asunto. En La infancia de Jesús , con la espontaneidad de un niño con una percepción especial ante el sentido natural de la vida, vemos que el verdadero don, o la divinidad, es la sencillez cotidiana del día; mientras, en Balada de los hipopótamos tristes , aprendemos que la juventud es un río brioso en el que nuestros cuerpos, y también la escritura, se movían con ligereza sobre el fango vital que nos anega, porque ha pasado la vida por encima de nuestra ensoñación y ahora nos movemos más despacio, desde el lecho del río, soñando que una vez no fuimos hipopótamos tan tristes, sino ángeles de luz saliendo del pantano.

¿Y qué decir de su fantástico poema largo La Hansa , un prodigio de más de quinientos versos sobre la histórica sociedad mercantil, con esa unión de mercaderes convertida en símbolo de la solidaridad humana contra la muerte? La fruta de los mudos es el mejor libro, el más total, de uno de los más grandes poetas en español de hoy. ¿Dónde está José Luis, con ese distanciamiento frente a la realidad que quizá le sumerge con más fuerza en esa construcción de un mundo con su propio sistema de valores y esa ley suprema de hondura metafísica desde la naturalidad de vivir, haciendo de los símbolos sencillos una relampagueante oscuridad que a todos nos acoge con su vals petrolífero? Como dijimos José Daniel García y yo este jueves en La República de las Letras, habita el territorio que encontró en sus maestros: Walt Whitman, William Blake, García Lorca, Claudio Rodríguez, Pere Gimferrer. Estos son sus compañeros de viaje.

Un caudal de imágenes, es cierto. Torrente de metáforas visuales que ahondan en abismos inventados por él. También es cierto. Pero cada poema tiene su sentido, porque en este sistema solar generado por él no hay ni una gota estelar, ni una sola imagen, generada al azar. Estamos ante un poeta que habita en la poesía radical del lenguaje, pero que ha descubierto el camino de luz que conduce al espíritu.

Juan Ramón Jiménez. José Luis Rey habita en Juan Ramón Jiménez, con una solución poética del mundo que puede contemplarse en paralelo. Es importante advertir que José Luis Rey es un poeta mucho más conocido fuera de Córdoba que en Córdoba. Esto aporta poco a la valoración de la obra, o quizá aporta mucho. La poesía de José Luis, especialmente desde La familia nórdica, Barroco y Las visiones , ha ido edificando una fortaleza no de la soledad, sino de la compañía humana, que regala un pulso diamantino de sol. Todo en José Luis es una creación desde el lenguaje, para después imponerse al edificio del lenguaje mismo: como su traducción de la poesía completa de Emily Dickinson, editada también en Visor, y reeditada ahora en la colección negra de siempre. Esto, en el fondo, también es alucinante y definitorio de nuestra realidad: tenemos a un poeta colosal, que ha traducido los 1.600 poemas de una de las más grandes poetas norteamericanas de la modernidad, con una edición reseñada en medio mundo, y aquí, con tantos ciclos y poesía de festival, aún no se ha presentado.

¿Hacia dónde camina José Luis? Es difícil saberlo. Podría encontrarse con la promiscuidad verbal de Pablo Neruda porque tiene su musculatura del idioma, pero creo que la modulación del caudal le conduce al espíritu, a una fe nacida entre Moguer y Amherst. Con José Luis Rey no tenemos solamente un poeta, sino un mundo lunar para ser habitado de aquí a la eternidad.

* Escritor