Me decía un buen amigo periodista que en España «hay mucha gente de Tercera División». Al recapacitar sobre esa expresión futbolera, pienso que incluso hay cada vez más ciudadanos que no ascienden a una categoría superior. No hace mucho, con motivo de la presentación de su libro, El atasco y demás fábulas, decía Luis Goytisolo: «Estamos llenos de disparates que la gente asume con normalidad». Yo creo que esta reflexión ayuda a comprender el símil futbolero. Los disparates políticos se asumen con normalidad por parte de tanta gente de Tercera División. El pasado lunes decía en una entrevista, Carmen Riera, presidenta de Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos): «La delicia de los políticos deshonestos sería tener unos votantes absolutamente imbéciles y perfectamente manipulables, que no lean y sean lo más incultos posibles». Esta mallorquina que defiende los derechos de autor de los escritores y traductores, se ha referido también a la piratería que en España es nuestra ancestral picaresca: «Por eso somos tan laxos en la corrupción. El que no roba es que es tonto. Y el que no se baja la película gratis es idiota». Volviendo al símil, son muchos los que se creen indispensables para sacar a la gente de esa Tercera División. Indispensables de pacotilla porque a la hora del gran pacto de estado en cuanto a la Educación, miran sólo a su ombligo electoral. Se amparan en unos votantes «perfectamente manipulables». El columnista, Javier Redondo, en un artículo titulado La agonía de la razón, se ha referido a «la tiranía de la mayoría, hordas antilustradas».