El fraude descubierto en la más importante empresa automovilística alemana nos deja de piedra, trayéndonos a la memoria que, a finales del siglo pasado, Jean-François Revel, acerado polemista de ideología versátil, que fue miembro muy activo de la Resistencia francesa, consideró en diversos ensayos, que la mentira institucionalizada, en la que vivía el primer mundo, era el fundamento de "la gran mascarada" contemporánea. Carnaval que seguimos llamando civilización mientras naufragan los referentes éticos que habrían de esgrimir quienes, en otros tiempos menos cínicos, tuvieron deberes de cuidado y ejemplaridad. El referido fraude de los vehículos diesel trucados, para que pareciese ecológico lo que era contaminante, es una acción dolosa sin precedentes en una empresa perteneciente a "los gigantes de la industria automovilista". Y lo peor es que la mala práctica, calificada de forma benevolente por los altos directivos --la han llamado "conducta errónea"--, puede tener efectos mortales de difícil cuantificación. Sin olvidar que el vergonzoso escándalo proviene de un grupo de fabricantes ecuménicamente reconocido y alabado que tiene su matriz en Alemania, país serio en el que dimitió una ministra al descubrirse que, en la juventud, había copiado parte de su tesis doctoral. Hubo de abandonar la política por imperativo de lo que Max Weber llamó "la ética protestante", que empieza a estar tan desacreditada como las demás. Tras lo sucedido en el importante holding de la locomoción ya no podemos fiarnos ni siquiera de los coches de primera mano, que nadie manipuló para revenderlos, pero que salieron de fábrica con una mecánica fraudulenta. Qué razón tuvo Jean-François Revel, advirtiendo, libro a libro, que el mundo presente está invadido y gobernado por la mentira, fontana de todas las crecientes corrupciones.

* Escritor