Tras intentar evitarlo (primero se negó y después intentó hacerlo a puerta cerrada), Mark Zuckerberg finalmente compareció ante el Parlamento Europeo para explicar las políticas de privacidad de su fenomenal negocio digital. Facebook, WhatsApp e Instagram. Como hiciera ante el Congreso de Estados Unidos, Zuckerberg pidió disculpas por el escándalo de Cambridge Analytica, y admitió que Facebook no evitó que los datos de sus usuarios fueran utilizados con motivaciones políticas. El creador de la red social intentó tranquilizar a los usuarios europeos con las nuevas medidas de seguridad que ha puesto en práctica Facebook. Pero es muy difícil que se desvanezca la sensación de que Facebook es un monstruo incontrolable que se nutre de los datos que, voluntaria e involuntariamente, le entregan los millones de usuarios que comparten su vida en la red. Un monstruo que por su carácter global se escapa del control de los estados y de instituciones como el Parlamento Europeo, y que por su tamaño se convierte en un monopolio opaco y de muy difícil fiscalización. La cultura digital en la que Facebook nació y prosperó no se basa solo en compartir; también apuesta por la transparencia como un pilar de su filosofía. Comparecencias como la del Parlamento Europeo van por el buen camino, pero queda mucho por hacer para que Facebook sea la herramienta democrática a la que su creador dice aspirar.