Yo conocí al Teniente Fiscal Baldomero! Andaba mi primer paseo por la Fiscalía cordobesa y fui a dar con ese primer despacho, algo más grande que los demás (como él). En este inolvidable encuentro para intentar llegar a aquella complicada conformidad, ya advertí que estaba ante un profesional como la copa de un pino, no solo por ser cabal a la legalidad sino a la humanidad y a esas especiales circunstancias en las que, sin pedirlo, a veces nos vemos inmersos. Y como era experto tanto en libros como en realidades, no le resultaba difícil apreciar la atenuante de arrebato. Este excelso caballero es querido no solo por sus acciones y lecciones sino porque es que él también quería a la gente. Las pocas veces que lo he hecho bien en juicio y lo tenía enfrente, en vez de tener sentimientos encontrados de competitividad, me miraba y sonreía satisfecho con su alma de maestro. Y esa actitud comprensiva con la abogacía que ya es una tónica en Fiscalía con la creación de un fiscal especial para llegar a acuerdos, creo que es herencia de su forma de ser. Estoy seguro también que si hoy la fiscalía de aquí desprende compañerismo es gracias a la estela donada por este hombre que también dejó claro en la institución que los máximos defensores de la presunción de inocencia deben ser los fiscales. Además, fue un luchador nato que vencía años tras años (19) una enfermedad que parecía que le tenía envidia por sus nulas quejas a los demás y por sus ganas de vivir sobre todo para amar a su familia; o sea, por su hombría. Yo repito tuve la suerte de tenerlo cerca en el ámbito del derecho y estoy seguro que aquellos que además de por profesión estuvieron con él en todos los momentos del día, con su marcha, tienen que tener sentimientos encontrados, cómo no de tristeza, pero también de estoica alegría por haberlo disfrutado y comprobar así, una vez tras otra, que hay seres humanos muy dignos de la Creación. A propósito, en su multitudinaria despedida en la Iglesia de San Miguel donde no cabía un alfiler, el sacerdote, joven certero y lleno de espíritu de Dios, dijo que la Virgen, en el trance del juicio final que todos hemos de pasar, sería su mejor abogada. Con profundo respeto yo creo que este tipo de personas no llegan a juicio; cuando su expediente de vida terrena recaiga en el Juez Máximo, inmediatamente dictara archivo de las actuaciones y sobreseimiento. Pero no sobreseimiento provisional sino libre. Libre y feliz para siempre y como siempre. Y sano. Es lo que, no tanto por misericordia como por justicia, el bueno de Baldomero merece.

* Abogado