Me pregunto cuánto tardará el entrenador del Córdoba en mantenerse firme y fiel, sobre todo, al discurso oficial del club. Sí, el de la plantilla TOP --al nivel de los más grandes, dijo el presidente-- y el ascenso a Primera. Tengo la sensación de que a cada bamboleo de cabeza en la banda buscando las ideas y las bocanadas de aire con el bochorno que provocaba ayer su equipo sobre el terreno de juego se le esfumaba un poquito de fe y fuerza. La Liga, aunque recién iniciada, no lleva buen camino. El ambiente es insano y peor aún el caldo de cultivo que trae, por más política de tierra quemada y promesas que se haya hecho este verano. Es lo que tiene la frustración que deja la venda cuando se cae al suelo. Porque si las críticas del entrenador sobre la imagen de sus jugadores van in crescendo en las dos últimas jornadas, qué se podría esperar de una afición tan castigada y que, además, cree que ha sido engañada a las primeras de cambio. Ni valiente ni atrevido ni sólido, sostiene Oltra sobre su equipo. La semana pasada, casi más de lo mismo. Tal vez algún día sus jugadores le pidan cuentas a él por lo mismo cuando caigan todos en la cuenta de que, tal vez (al menos, yo lo creo y espero estar equivocado), les hayan colocado en el cadalso por defender un objetivo que les viene demasiado grande.