Corría el minuto 82 del encuentro entre blanquiverdes y granas y empezaba la afición a desfilar por las escaleras. Inicialmente, unas decenas, pero poco después, sobre el 86, ya eran cientos. De hecho, cuando el árbitro mandó a todos a casa, al bar, a la peña o al trabajo, se podían apreciar varias calvas en preferencia e incluso asientos vacíos en los fondos. Era una imagen que desde siempre se ha asociado a una clara victoria del visitante, a una tarde de esas para olvidar, acompañada del comentario con gesto de contrariedad: "Aquí está tol pescao vendío". Y ayer era cierto. Pero al revés.

No es sólo por la sufrida temporada pasada. Ejemplos hay en campañas anteriores en las que la grada daba prioridad absoluta al resultado sobre otras cuestiones. De hecho, años hubo en los que el equipo mostraba mejores números como visitante en alguna fase (corta), pero el aficionado de El Arenal acudía a ver a los suyos para celebrar un triunfo, por lo que la victoria de unos días antes en Huesca, Girona o Tenerife no servía si ante sus ojos el Córdoba empataba o incluso perdía. Había que ganar. Aquí. Poder celebrar en casa, en el bar, en la peña o en el trabajo un triunfo recién degustado en El Arcángel. Que no le cuenten más historias de combinación, construcción, juego o tiquitaca. Este Córdoba, el de Oltra, obedece militarmente al deseo de los suyos: juega lo justo (o menos) y castiga sin piedad a aquel que viene a esforzarse en jugar al fútbol, a intentar desdecir esa verdad --su verdad-- directa: sube el que más partidos gana. De la manera que sea. El camino para ganar continúa siendo secundario mientras que se siga sumando. Es su verdad. Y en esa seguridad que dan las cifras, incontestables, varios cientos se marchaban antes de finalizar el encuentro, sabedores de que cuando a este Córdoba se le presentan los errores rivales los penaliza sin piedad, como el de Fidel, y que los mismos desajustes, pero en contra, no se transforman en gol, como el balón salvado por Deivid bajo palos o el error de Xisco Muñoz a puerta vacía. ¿Mayor dosis de buena suerte blanquiverde? ¿Mejor línea defensiva cordobesista que la de sus rivales? El debate sería bizantino, pero en caso de que el club volviera a vender lotería de Navidad no dejaría de aconsejar que se compraran participaciones. Por si acaso y para cubrir todos los frentes. Porque en esa seguridad que dan todos esos elementos (y alguno más), los varios cientos de aficionados que empezaron a desfilar buscando el coche sabían que los tres puntos estaban en el bolsillo y que el Córdoba dormía líder.

¿El partido? Pues el partido en sí tuvo muy poca historia, la que tardó en castigar el Córdoba el primer error defensivo del rival. No llegó por una virtud de juego ni tan siquiera por una maravilla individual. Lo hizo por un saque de banda. Iago Bouzón dejó botar en el área pequeña, Jordi Calavera se la comió y Fidel, completamente solo, agradeció el regalo. No había dado ni tiempo a comprobar con qué dibujo actuaba el Nástic. Visto lo visto después, tampoco resultó interesante. Vicente Moreno dispuso un 4-3-3, aunque con una banda algo 'mentirosa'. El caso es que el conjunto catalán acaparó el balón (o se lo dio el Córdoba, qué más da) y el encuentro se transformó en un tostón.

El Córdoba, ordenado atrás, sin pasar ni un solo problema en el área y el Nástic sobando y sobando la pelota sin ninguna profundidad. No dejaba de ser llamativo que uno de los mejores atrás fuera Stankevicius, lo que se agradecía especialmente por el suplicio del lituano en las jornadas anteriores y por la semana tan difícil para él. Voló media hora de ¿partido? entre bostezo y bostezo para que Florin despertara a todos a la manera de este Córdoba. A cañonazos. Y no sólo por el disparo. Un balón largo de Markovic (al estilo del que puso a Xisco en Lugo) era perseguido por el rumano. Iago Bouzón volvió a dudar y Florin, ya se sabe, en esas no perdona. Se llevó la pelota, superó a un desequilibrado Marí y se sacó un zambombazo ajustado al palo izquierdo de Reina, que nada pudo hacer.

Al Nástic le dio igual, porque continuó haciendo exactamente lo mismo: tocar mucho, sin profundidad, sin balones al área, incapaz ante un muy bien cerrado Córdoba. De ahí que los granas se desesperaran cuando en una rápida transición en la que creían que podían hacer algo de daño, Piñeiro señalara el final del primer tiempo.

Comenzó la segunda parte algo más animada, con alguna ocasión para los de Vicente Moreno, que probó con la experiencia de Emaná y de Xisco Muñoz. Este último falló a un metro de una portería vacía. Antes, Deivid salvaba bajo palos un cabezazo de Marí a la salida de un córner y... Poco más. Bueno, también dio opción para ver el tercer disparo entre los tres palos del Córdoba en todo el partido (min. 55) y que no terminó en gol, a cargo de Pedro Ríos. Pero desde el error de Xisco Muñoz se murió definitivamente lo que parecía un partido de fútbol. Con el Nástic dimitido, el Córdoba pudo aumentar la cuenta por medio de Markovic y de Pineda, pero quizás hubiera sido excesivo. E injusto para los que iban ya corriendo por El Arenal buscando el transporte para contar luego la victoria del Córdoba. Un equipo pleno de trabajo, de esfuerzo y solidaridad, al que Oltra continúa explotando sus virtudes arriba. El tanque sigue pegando cañonazos y ayer no pusieron a prueba su movilidad o velocidad. Más fácil, imposible. Los números son brillantes. Y el Córdoba es líder.