Otro giro más de tambor y las mismas balas (aún de fogueo) en la recámara. Este Córdoba de vuelta a Primera, tanto tiempo después, sigue sin encajarse. Ni con los de su Liga ni con los otros ni entre ellos mismos. Queda claro tras medirse con Espanyol y Getafe, dos equipos con los mismos problemas de incompetencia y escaso perfil, que a los de Albert Ferrer se les atraganta la categoría. El catalán apela a la testosterona; habría que añadirle conexiones neuronales: inteligencia, manejo, intuición. La buena noticia es que, al menos, puntúa. Tal vez la única. A lo mejor le vale al técnico para salvar bolas de partido, inmerso ya en un tie break , aunque no para convencer a paladares exigentes. Porque el Córdoba ni juega ni sabe a qué. Ayer no fue el punto de partida, por primera vez con un equipo de continuidad. Tampoco de renta, porque no tuvo que remontar un marcador adverso desde prácticamente el inicio. Ni mucho menos de calidad del rival, dado que el Getafe se mostró igual o más inoperante en su juego que los blanquiverdes, aunque le bastó para marcar, dar dos balones en el palo, acercarse en franquicia hasta en otras tres ocasiones y ver cómo le anulaban un gol legal por un inexistente fuera de juego. Pocas veces se verá a un equipo hacer tanto con tan poco. Ni a eso, por lo pronto, puede aún aspirar un Córdoba desconexo. Un Córdoba quebrado entre líneas, sin brújula, sin acierto, sin picardía, sin experiencia. Ni con un 0-1 en el tramo final supo administrar su ventaja para cerrar un partido que nunca estuvo abierto. Un partido al engaño, al mejor postor, al que fallase menos... Un partido donde, en blanco y verde, solo lució una acción individual de Ekeng y los cientos de cordobeses que animaron en la grada. Los que siempre dan la nota de color desde el inicio.

Hubo, además, otra paradoja que sumar a la lista de Ferrer en Primera: ¿Cómo es posible que un lateral internacional del bagaje y trayectoria del catalán no sea capaz de ver el problema que tiene por su banda derecha? Ayer Gunino tuvo otro día para olvidar. Pero señalar una sola pieza cuando el problema de fondo no va por líneas, ni por posiciones, ni por individuos, sino por una estructura deficitaria y advertida desde el primer minuto... sería tan injusto.

Salió López Silva de vuelta y no hubo asociación posible con Borja y Fede Cartabia. Cuando la única esperanza radica en la asociación de los medias puntas y esta no llega, la espera se hace eterna. Ghilas, al menos, dio destellos. El franco-argelino se asemeja a un faro entre las rocas que permite mantener cierto rumbo, aunque el barco sigue de aquí para allá. Al final, en una reducción básica, se trata de encontrar un patrón, una dirección, un intérprete en el campo, acompañantes y mucha convicción y trabajo.

El Córdoba sigue sin definirse siete jornadas después y ya se ha medido a todo tipo de situaciones. Al menos, ya puede constatar que hay equipos como él que aspiran a sufrir lo mismo en lo que queda de campeonato. Porque las soluciones en la cabeza de Ferrer, en las piernas del plantel y en los despachos ya están claras. O cada uno asume su responsabilidad y ejecuta o hasta el próximo mercado invernal, poco o nada hay que hacer salvo esperar a que no toque la bala de gracia. Y gracias.