Sergi López y Eduard Fernández se enfundan el traje de la policía nacional en El Niño , un thriller sobre el narcotráfico en aguas del Estrecho filmado con nervio por el director de la taquillera Celda 211 , Daniel Monzón. Ha costado seis millones de euros, todo un órdago para el momento low cost que vive actualmente la industria.

Sergi López: En España hay un problema de autoestima. ¿Por qué no vamos a hacer películas de acción? También las sabemos hacer de autor y de lo que haga falta. Gente con talento hay. Creérnoslo nos cuesta más.

Eduard Fernández: Es natural y lógico que se puedan hacer filmes de este calibre.

S.L.: Los artistas, faranduleros y saltimbanquis como nosotros estamos acostumbrados y sabemos que cuando hay hambre mueves más el culo, pero el low cost es arma de doble filo.

E.F.: Yo rodé una escena con Juan Cavestany en Gente en sitios (cuya produción ascendió a cero euros). Y le dije: "Tío, no puedes hacerlo más. Has montado una historia que no ha costado un duro y ha quedado bien".

S. L.: Puede sonar la flauta una vez, pero no más. El cine debería ser una palabra gorda.

--Hablemos de 'El Niño'. ¿Qué hacen dos catalanes con el uniforme de la policía nacional?

S. L.: Detener a gente, que hay muchos a los que detener. Tú, Eduard, en otras pelis has hecho de guardia civil, maricón. Aunque yo hasta he tenido papeles de fascista.

E. F.: Como actor, te pones el traje y te olvidas. Pero te vas a tomar algo a un bar y te das cuenta de que según como vayas vestido así te atiende el camarero. Si vas de poli nacional el café te lo traen enseguida.

--Están ustedes en la cincuentena. (Fernández acaba de cumplirlos y López tiene 48). ¿Cómo llevan compartir planos con gente tan joven como el debutante Jesús Castro, al que toda la prensa destaca como una de las nuevas promesas del cine?

E. F.: Pues con naturalidad. En el cine y en la vida en general. Tenemos hijos.

S. L.: Claro. Ahora estoy rodando un filme en Francia y yo soy el mayor del equipo. Antes era el jovencito.

E. F.: Y eso parece que pasa de un día para otro. Lo bueno es que ahora tenemos menos presión que cuando empezamos. La energía me la reservo para mis cosas.

S. L.: La dosificas. Pero hace ilusión que salga gente nueva.

E. F.: Sí, pero calma, ¿eh? Que esto es un oficio. Se necesita mucha dedicación para mantenerte en este trabajo. Oye, Lluís Pascual siempre me dice que parece que en España un actor es uno que tiene gracia. Pero me comenta que en Francia un actor es un actor.

S. L.: Sí, el cine y la cultura son un sector importante en Francia. También desde el punto de vista industrial. Hay un respeto por el tipo que te está contando historias.

--¿Se sienten queridos y reconocidos por la calle?

S. L.: A mí lo que me mosquea mucho es la gente que te grita: "Oye tú, una foto". Y no saben si eres futbolista o torero. Te dicen que te conocen, pero no saben muy bien de qué. Y te lo preguntan. Pues, hombre, currátelo tú.

E. F.: Yo soy relativamente poco conocido para la carrera que tengo. Hay gente que se acerca con cariño. Es un gustazo. Y luego hay otros que saben que eres actor, pero te preguntan qué películas has hecho. Y yo les digo que muchas. Y empiezo a decírselas. Y no han visto ninguna. Pues, hombre, déjeme en paz.

--En 'El Niño' muestra el lado corrupto del sistema. ¿Qué sentimiento le produce oír la palabra corrupción, especialmente estos días, con el caso Pujol?

S. L.: Lo que está bien es que los ciudadanos tengamos sentimiento de estafa. Lo terrible es decir: "Bueno, ya, pero si yo hubiera podido también lo habría hecho". La cultura del pelotazo. En este país nuestro lo que más se ha denigrado es la educación. Esto debe de sonar muy judeocristiano, pero es la idea de que la conciencia es algo que tienes que llevar contigo.

E. F.: Ya, esa gente que dice que si ellos pudieran también lo harían. A ver, señores, ustedes no lo están haciendo. No lo justifiquen. Lo que ha pasado es una vergüenza absoluta. El, su familia y la parte de CiU que debe haber detrás. Maragall dijo lo del 3 por ciento y al cabo de una semana pidió perdón. Por algo debió de pedir perdón. Da la sensación de que si metes la mano se te pudre.

--¿Para qué sirve un Goya?

S. L.: Eduard, tú, tienes dos. Préstame uno. Alquílamelo barato.

--Usted no tiene un Goya, pero sí un César francés.

S. L.: Es de alquiler (risas).

E. F.: Te lo cambio por uno de mis Goya.

S. L.: Sí, como las vírgenes de mi abuela. Las tenías un día en casa y luego las pasabas a otro vecino.