LUGAR DE NACIMIENTO CORDOBA

EDAD 82 AÑOS

TRAYECTORIA ES ESCRITOR Y HA SIDO FUNDADOR DE REVISTAS LITERARIAS, GESTOR CULTURAL, PROFESOR UNIVERSITARIO, ABOGADO, DELEGADO PROVINCIAL DE CULTURA EN CORDOBA, NUMERARIO Y CENSOR DE LA REAL ACADEMIA DE CORDOBA

-¿A qué se debe el título de la novela que presenta hoy?

-Pues no puedo explicarlo del todo sin desvelar una parte del misterio. En un sentido literal de la historia, viene de que con un cuchillo de doble filo se cometen unos asesinatos. Y, en otro sentido, el hombre de Derecho casi siempre está amenazado por un arma de doble filo.

-¿Por una disyuntiva ética?

-Sí. El Derecho es un arma de doble filo, y la Justicia también.

-¿Entiende la sociedad que el abogado, por oficio, a veces tenga que defender al malo?

-No, pero incluso la persona que haya cometido el crimen más nefasto tiene derecho a ser defendida para que reciba la sentencia que merece y se le castigue en su justa medida. A mi me irritan mucho los juicios paralelos, influidos por los titulares de prensa, porque incitan a la gente a pronunciarse sobre temas que los juristas llevamos siglos estudiando y que no se pueden tomar a la ligera.

-En su faceta de escritor habitualmente ha optado por los relatos cortos, ¿qué le ha hecho decantarse ahora por este género?

-Me gustan los microrrelatos. Todos los días escribo uno, aunque sea de cuatro líneas. Lo que más hago son piezas breves, pero también me gusta la novela, tanto que ya tengo cuatro: la de Furtivos , otras dos concursando y esta que presento ahora. Además, Antonio Buero Vallejo también me auguraba un gran futuro en el teatro; y también he escrito teatro.

-¿Qué cuenta esta última obra?

-La novela trata de reflejar la realidad de la abogacía, de la Justicia y de la sociedad, en una ciudad media del sur en la época del franquismo y posfranquismo. Un momento de grandes cambios sociales, que también se reflejan en la abogacía.

Este es el segundo libro en el que han aportado a parte iguales el abogado y el escritor.

-¿Cómo se compaginan ambas facetas? ¿Resulta complicado?

-Creo que soy un privilegiado. Aunque en un principio estaba mal visto lo del abogado escritor porque se veía como un ser híbrido raro que ni era buen abogado ni era buen escritor. Se debe a que eran tiempos de una cultura muy lineal, limitada y comprimida, hasta el punto de que en Diario CORDOBA llegué a publicar con seudónimo durante un tiempo.

-Entonces, ¿los grandes humanistas de la historia también eran bichos raros?

-Claro, es que curiosamente cuando yo era joven nadie ponía en duda la maestría como médico de Gregorio Marañón, pero a él se le consentía... Ahora, afortunadamente, la sociedad ya no ve mal que se compaginen varias cosas.

-Como abogacía, literatura, colaboraciones como articulista... ¿de dónde saca tiempo?

-A veces la abogacía me ha limitado a la hora de escribir, porque en épocas de 15 o 16 horas de trabajo es complicado, pero siempre he seguido escribiendo. Lo que no he hecho es carrera literaria como otros autores de mi generación (Gala, Requena, Cela, Delibes o Matute). Esto lo he perdido, pero entiendo que algo hay que sacrificar. Por otro lado, desde siempre me he considerado muy avaro del tiempo, porque si uno sabe cómo aprovecharlo, da para mucho.

-Hablaba antes de una novela basada en una ciudad media del sur, ¿para ambientar la historia se inspiró en Córdoba?

-Sí. Con mis memorias y con esta novela creo que he cumplido la obligación de legar a las generaciones futuras este retrato. Aunque parezca paradójico, porque las memorias son algo absolutamente real y esto es una ficción con la que pretendo reflejar una realidad. De hecho, hay un personaje basado en una persona real, todo menos el nombre. Indudablemente todo se fundamenta en mis experiencias personales.

-Y como retrato ¿la novela resulta amable o incómoda?

-En sentido de que se puede leer bien, es amable. Pero claro, todo lo que sea reflejar con bastante exactitud la realidad puede resultar incómodo a muchos.

-¿Hablamos de una novela crítica con el momento social?

-Bueno... no es exactamente una crítica, aunque sí incluye crítica sutil. Por ejemplo, en un momento de la historia el presidente de la Audiencia necesita hacerse oír en medio de un alboroto a la puerta de un juicio, entonces el portero le dice que entre las pieza de convicción del almacén hay un megáfono. Qué persona del siglo XXI va a ver esto normal. Dirán, vaya tontería del escritor. Pero lo que deja ver es que en aquella época tanto el ciclostil como el megáfono estaban prohibidos.

-Y sobre la situación actual de la Justicia, ¿qué opina de la reforma del Código Penal que se anunció recientemente?

-Siempre he dicho que para opinar sobre leyes primero hay que leerlas. De la reforma solo conozco lo que dicen los medios que ha dicho Gallardón, por lo que no me atrevo a juzgarla. Pero por lo pronto la orientación no me gusta mucho, la verdad. Creo que vamos cerrando poco a poco lo que había costado mucho tiempo y trabajo abrir. Veo oscurantismo legislativo.

-¿Llega en buen momento este anuncio de reforma?

-Creo que no se puede legislar de cara a la galería y, sobre todo, no se puede legislar a golpe de sentimiento; un sentimiento además producido por hechos puntuales, ya que se legisla por mucho tiempo y para muchos casos, no para uno en concreto.

-Volviendo a su novela, ¿hay un protagonista definido?

-Es una novela coral, aunque sí hay un personaje más central.

-Y este personaje, ¿en qué lado está? ¿en el de los defensores o en de los defendidos?

-(Sonríe) Es un delincuente con título nobiliario. Y hasta ahí puedo contar.