Mañana jueves el Teatro Góngora acogerá el estreno del nuevo trabajo de Juan Carlos Romero, Al borde del aria, que sonará por primera vez en Córdoba, antes incluso de que salga el disco. Una original propuesta en la que su guitarra flamenca interpretará once arias de autores clásicos como Bach, Verdi o Rachmaninov.

-¿Cómo definiría el espectáculo?

-He querido acercarme a la obra de grandes músicos clásicos, a esas historias que ellos cuentan para contarlas con mis palabras que son en cierta forma personales, pero también parte de ese universo al que pertenezco que es el flamenco y lo andaluz. Habitualmente, cuando te acercabas a ellos había que hablarles con sus palabras y aunque la música es un lenguaje universal que no necesita traducción, no todos hablamos igual. El mundo del flamenco ha conseguido armar un lenguaje propio, con el que yo abordo ahora esas melodías.

-¿Cómo se le ocurrió esta idea?

-De forma casual. Estaba grabando un disco en el que tuve que tocar melodías cercanas al pop. Y las hice como yo las siento, dentro de ese código flamenco, andaluz... Entonces vi que podía hacer igual con otras música. Y empecé a probar para ver si me gustaba cómo sonaba. Luego traje a otros músicos al estudio y gustó.

-El público que asista ¿va a escuchar flamenco cuando suene la música de Bach?

-Va a escuchar a Bach, pero con un acento distinto, andaluz. Yo no he alterado las obras rítmica ni armónicamente, me he acercado con el respeto que tengo por músicos de tal calibre, no quería entrar como elefante en cacharrería ni poner a Bach tocando por bulerías porque eso no tendría sentido. Mi intención era acercarme a ellos intentando ser leal a lo que ellos querían decir, pero sin dejar de ser fiel a mí mismo.

-Después de ese diálogo entre lo clásico y el flamenco, ¿qué diría que tiene en común ambos mundos?

-Aún tengo mucho camino que recorrer con ellos, pero mi impresión es que por fin he podido tocar a Bach sin dejar de ser quien soy, no teniendo que ser otra cosa. Hasta ahora la única solución cuando quería tocar a un clásico era irme a su partitura e interpretarla tal cual, con su pulsación... sentía una especie de corsé.

-¿Cree que al público de música clásica le va a chirriar lo que oiga? ¿Ha hecho ya la prueba?

-Sí, he hecho la prueba. De todas formas, el público de música clásica es muy variopinto, habrá gente a la que le resulte innecesario o gratuito lo que he hecho, quien crea que aporta un punto de vista diferente y habrá a quien le resulte indiferente.

-¿Cree que de esta forma abre la música clásica a más público?

-Yo creo que llega a más gente. El flamenco no es solo una música sino un mundo expresivo, un código de expresión que se puede aplicar a otros mundos.

-Si Rachmaninov fuera andaluz ¿su música sonaría así?

-Puede ser. Andalucía es una tierra que te marca porque tiene una personalidad tan fuerte, tan potente, que traspasa. Cuando te has dejado conquistar por ella, ya no puedes prescindir de ella y probablemente, como ya ocurrió a todos los músicos, incluso a los que tenían más formación francesa que española, terminaron tamizados por lo andaluz.

-Los flamencos tocáis de memoria ¿usa partituras aquí?

-No, yo nunca he tocado con partitura, tampoco con estos músicos, pero sí las he leído antes, algo que no había hecho nunca. No podía ponerme a tocar estas obras sin saber qué ocurría en la partitura y esto me ha supuesto un sobreesfuerzo. Luego, una vez lo haces, acudes a tu herramienta de siempre que es la memoria. Los flamencos nos hemos educado en eso, en la memoria como herramienta.

-Sobre el escenario, le acompaña casi una orquesta.

-Sí, toco con un cuarteto de cuerda. La rítmica de la obra es muy importante. En el flamenco, el ritmo es algo vital y ese rigor rítmico lo he aplicado a estas obras. La percusión, por ejemplo, tiene un papel imprescindible. También hay piano. Los acompañamientos no son siempre los mismos, cuento además con voces, las de Rocío Márquez y Sandra Carrasco que cantan arias.