La modelo y actriz española Inés Sastre fue anoche la maestra de ceremonias de la gala inaugural de la 62 edición de la Mostra de Venecia. Y hará lo mismo en la clausura, el próximo 10 de septiembre. La película que abrió la Mostra, y que está fuera de concurso, dejó perplejo a más de uno. Seven swords (Siete espadas) , del chino Tsui Hark, tiene una plasticidad soberbia y unas coreografías de luchas marciales de alto nivel. Pero ahí se acaban sus méritos. Sus casi dos horas y media de duración acaban siendo un suplicio. Y lo peor es que todo es previsible. Su estructura narrativa está cercana a un cuento infantil.

Esperemos que no sea una declaración de intenciones respecto a los filmes en competición que están por venir. En tal caso sería mejor fijarse en la sección oficial fuera de concurso, que es más amplia y cuenta también con nombres acreditados.

Tsui Hark cuenta con una larga carrera en el cine, tanto como guionista y director como en calidad de productor, e incluso actor. Nacido en Vietnam, formado en Hong Kong y con estudios de cine en EEUU, se ha convertido en uno de los grandes especialistas en el cine de acción, incluso con musculosos como Claude Van Damme, y del género fantástico (Historia china de fantasmas ).

Comenta que esta película fue fruto del azar. Pensando en una serie para televisión leyó la novela Siete espadas de la montaña Tian , de Liang Yung Sheng. Según él, lo que más le gustó fue el título. Decidió reescribir la historia pensando en los tebeos de aventuras que leía en su niñez. "Para mí ha sido como un retorno a la infancia", confiesa.

Siete espadas es un filme bello y muy bien realizado pero que resultará insoportable para quien no sea un aficionado a las artes marciales. En cualquier caso, su duración es excesiva y no parece la película adecuada para inaugurar un festival como el de Venecia.

Un festival que este año está marcado por unas fuertes medidas de seguridad que superan lo visto, y sufrido, hasta la fecha, como los controles de bolsos y cacheos que se están practicando en Cannes en los últimos años. La zona del festival, ubicada en la estrecha y larga isla del Lido, enfrente de la ciudad de Venecia, está ahora atiborrada de policías y agentes de seguridad. Son como un nuevo y curioso público que se ha añadido a periodistas, críticos, cinéfilos y cazadores de autógrafos.

INCOMODIDADES El recinto permanece cerrado al tráfico y para acceder a las instalaciones hay que pasar por unos arcos detectores de metales, abrir bolsos y mochilas y pasar el debido control. Aparte de las molestias personales que esto acarrea, se augura lo peor por los atascos que se producirán antes de cada proyección. Todos vamos a la misma hora y estar en fila de a uno, con el ajetreo de abrir y cerrar bolsos, sacarse el cinturón, avisar del marcapasos y muchos etcéteras, va a ser propio de una película italiana de los años 60. Los aficionados que aún no tengan el billete, más vale que se lo piensen.