Autor: Emmanuel Vacca

Intérprete: Alberto Castrillo-Ferrer

Dirección: Iñaki Rikarte.

Lugar: Sala Polifemo del Teatro Góngora, viernes 15.

Cuenta la historia, o la leyenda, que Ildebrando Biribó fue el apuntador en el estreno mundial de Cyrano de Bergerac el 28 de diciembre de 1897 y que fue hallado muerto en su concha después de la función. Hoy, 120 años después, El Gato Negro trae a la Sala Polifemo del Teatro Góngora la obra original de Emmanuel Vacca, Ildebrando Biribó, el último Cyrano. Se trata de un texto muy bueno, plenamente conseguido, lleno de poesía, de amor y de humor que Alberto Castrillo-Ferrer convierte en una gran lección de teatro dentro y fuera del escenario. Es un soplo dirigido al alma en el que se hace un recorrido de los más grandes textos para los más grandes actores. Ya lo apunta el propio Alberto a través del monólogo: «Yo soy lo que vosotros queráis».

Iñaki Rikarte despliega la dirección de escena haciendo gala de gran imaginación al componer una solución escenográfica en la que un enorme reloj de arena marca en tiempo real la duración del espectáculo mientras el actor convierte un buró o secretaire en toda la escenografía necesaria: cajones, cajoncitos, se convierten en escaleras, en la concha del apuntador, en una frutería, y nos llevan del mercado a la escuela y de esta al teatro en un abrir y cerrar de ojos a través de este juego mágico.

Alberto Castrillo-Ferrer ofrece una interpretación fantástica en esta radiografía exacta del mundo teatral consiguiendo la siempre mágica complicidad con el público.

Él solo se basta para entrar en la piel de los más de treinta personajes que incorpora a lo largo de la función y lo hace llenándolos de vida, de voz, de expresión, recurriendo cuando es necesario a mezclar distintas técnicas: de guiñol, de clown, en un impresionante ejercicio de entrega total en cada momento de la representación consiguiendo esta conexión maravillosa con el público al que no queda otro remedio que salir enganchado con lo que este descomunal Alberto propone desde el escenario, un cómico que muestra esa mezcla de ternura y comedia que no deja a nadie indiferente o impasible ante la historia apasionada de este ser humano que Alberto Castrillo-Ferrer lleva a sus máximas cotas.

Gracias por esa hora y media que se hace corta y es, sin duda, todo un regalo para el espectador.