Descubrimos al monstruo gracias al cine y a los sucesivos remakes que sobre el tema se hicieron, incluyendo desde El espíritu de la colmena hasta la disparata versión de Mel Brooks, El jovencito Frankenstein. Pero conocimos el mito cuando la literatura nos lo acercó de una forma desapasionada, nueva. Y solo entonces nos percatamos de que Frankenstein (o el moderno Prometeo), es una de las más bellas historias de amor que se hayan podido escribir y resulta difícil comprender como fue tan deformada durante tantos años. Nacida la leyenda y la novela a la par, en el verano de 1816, de la mente de Mary Wollstonecraft, cuando junto a su esposo el poeta Percy Shelley se reunieron con Lord Byron en una villa a orillas del lago Leman y decidieron que cada uno se inventara una historia de fantasmas, Frankenstein es una metáfora sobre la vida y la muerte, y como toda novela gótica que se precie, una maravillosa historia de desamor. Y si algo aporta esta edición que presentamos son las maravillosas ilustraciones de Elena Odriozola, que engrandecen aún más la obra. «Una librería es una metáfora de la vida». Me pregunto si, cuando el profesor y escritor Jorge Carrión se dispuso a escribir la que sería a la postre una de sus mejores obras, Librerías, era consciente de estar dando rienda suelta al imaginario colectivo, a los deseos de esa pequeña gran masa de coleccionistas (algunos tachados irónica e injustamente de padecer el síndrome de Diógenes) que no podemos viajar a una ciudad sin conocer sus librerías. Nuevas, de viejo, de saldo, de cómics... todas entraron en nuestras vidas para quedarse de una forma estable, para relacionamos con ellas como si de entes vivos se tratase. Por eso cuando viajamos a París, a la par que la visita obligada a la catedral de Notre Dame, pasamos una tarde entre las estanterías de Shakespeare and Company. Cuando nos vamos a Egipto lo hacemos con el Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell y, cómo no, si nos embarcamos hacia Buenos Aires qué mejor que perdernos con la Biblioteca de Babel borgiana. Todo cuanto nos rodea son libros. Y las librerías más antiguas de mundo son ejemplo de supervivencia y tolerancia entre culturas: Bertrand en Lisboa, Hatchards en Londres, Lello en Oporto, Maruzen en Tokio... Ahora, con la llegada del nuevo milenio, Amazon ha entendido el mensaje y ha creado la gran librería virtual. En ella ya no podremos encontrar paseando a Joyce, Russel, Kafka o Muñoz Molina, bien es cierto, pero tampoco le será fácil que llegue un Hitler a quemar los volúmenes prohibidos. Las leyendas urbanas, o las rurales y antiguas, ya que este volumen de Leyendas españolas de todos los tiempos compiladas por José María Merino no solo se encarga de las más conocidas y recientes, sino que se remonta desde los antiguos mitos tan enraizados en el folclore de nuestros pueblos; las leyendas, decía, nacen, crecen, se reproducen y casi nunca mueren, sino que se transforman y adaptan a las circunstancias históricas del momento en que se desarrollan y que se vive. Por eso estas Leyendas españolas de todos los tiempos comienzan y hacen referencia en un primer lugar a las protagonizadas por mitos como la güestia, el hombre lobo o el cuélebre asturianos, el origen de los Pirineos, Viriato, Don Rodrigo o las Mocedades de Don Pelayo, el Lago de Sanabria y la misteriosa aparición de Jesucristo o los extraños paseos que dicen se daba un intrépido jinete (muerto) cabalgando por la meseta castellana, un jinete que respondía al nombre del Cid Campeador. Todas suelen ser leyendas invisibles, que se originan y transmiten de boca en boca, ya que, como el propio José María Merino dice en el prólogo, «recopilo en este libro casi dos centenares de leyendas españolas que, por una u otra razón, me parecen memorables». La edición, memorable, acorde con las leyendas que se narran.