2012. Valerie Miles no engaña a nadie. Mil bosques en una bellota no resulta nada original, como muy bien nos explica en el prólogo. Sin embargo, es de agradecer tamaña muestra de sinceridad por una parte y el trabajo desarrollado por otra, ya que el compendio de la antología que nos presenta es realmente fabuloso. Mil bosques en una bellota , y "la nómina de autores" que nos presenta, desarrolla el mismo esquema en todos ellos: "a cada escritor se le dedica un apartado inicial en tres segmentos: el primero somete al autor al sufrimiento de elegir y no está obligado a decir la verdad. Una forma de impostura. El segundo, enfrenta al autor con los difuntos, y el tercero muestra una parte significativa de su obra". Pero si importantes son las lecturas de las partes primera y segunda de cada autor, no lo es menos la de la tercera, por cuanto es él mismo el encargado de escoger aquel texto que a su juicio ha marcado el devenir de su obra. Y debo admitir que, en algunos casos, también ha marcado mi devenir como lector, como es el caso de, por ejemplo, Cristina Fernández Cubas. Una gran antología, pues, para un tiempo escaso de ideas. 2012. La Fundación José Antonio de Castro sigue con la insigne labor de la edición de los clásicos. Ahora le ha tocado en suerte al que sin duda y a pesar de sus vaivenes políticos (filtreó con el krausismo y con el anarquismo para terminar exiliado durante la República huyendo del Frente Popular) pasa por ser con permiso de Perez Galdós uno de los escritores más pródigos de nuestra literatura. Autor de novelas, ensayos, teatro..., Jose Martínez Ruiz, Azorín, pasará a la historia de la literatura por la "voluntad" de una de esas obras que aún hoy en día son fiel reflejo de la mejor literatura filosófica influida por las corrientes de Schopenhauer y Nietzsche. Confieso que no conocí su novela La voluntad hasta bien entrada la adolescencia, cuando el viejo sátrapa de la tertulia literaria a la que entonces acudía la utilizaba para estigmatizar a sus pupilos cuando nos apartábamos del camino de la literatura. Era cuando enfadado gritaba... "La voluntad, La voluntad-". Siempre me quedó aquella coletilla en la memoria, y ahora, por fin, La voluntad de Azorín junto a El licenciado Vidriera, Don Juan , etc., se me aparecen en la mesilla de noche para recordarme que la literatura siempre es cíclica. A la vista y lectura del libro de Manuel Francisco Reina, El plagio como una de las bellas artes , ¿podríamos obtener la conclusión de que es el plagio a la literatura lo que el dopaje al deporte por poner un símil que todos podamos entender? En cierto modo, y con los ejemplos que nos pone, como el de Ana Rosa Quintana (sic) y su llamada intertextualidad informática, el plagio, como la gripe, siempre ha estado presente en nuestras letras y nuestros juzgados. Aún colea la demanda presentada contra el Nobel Camilo Jose Cela por supuesto plagio de La cruz de San Andrés , y a uno no se le escapan las similitudes existentes entre dicha obra y la supuestamente plagiada. Pero el plagio no es nuevo. El propio Shakespeare fue considerado en vida el mayor plagiador de la historia de la literatura y Pio Baroja decía que todo lo que no es autobiografía es plagio. Como decía el poeta, plagio, plagio, plagio, mas plagio por favor.