Insurgencias fue el título con el que Antonio Hernández dio a conocer (Calambur, 2010) lo que puede considerarse su obra poética completa, dividida en dos tomos y ampliada con versos que en algunos casos ni siquiera fueron publicados en su día. Y es "completa" porque bajo ese rótulo incluye desde su primer poemario, El mar es una tarde con campanas (1965), hasta el más reciente editado en 2007: A palo seco . De aquel primer punto de partida arrancan también frecuentes reflexiones líricas sobre el amor, el paisaje y la infancia, aspectos que reaparecen en el título siguiente, Oveja negra . Tal fidelidad a su infancia y a sus orígenes ("Allá en el Sur, bajando por los montes / ... / había una joven que creció en su pena / como la oveja negra entre las blancas") no solo se mantiene en estas páginas sino también en las del nuevo libro de 1978 Donde da la luz , que incorpora con rotundidad el sentimiento de su ser andaluz para justificar que "De Andalucía entera ilimitada / por los andaluces, escribo".

Paralelo a la aparición de sus nuevos poemarios es el desarrollo de ciertos recursos poéticos, sobre todo el del encabalgamiento y el de la variedad métrica y estrófica. Con ellos y con la atención de narrar su biografía avanzan cronológicamente los sentimientos que originan los títulos Metaory, Homo loquens y Diezmo de madrugada , libro vibrante en recuerdos, agarrado a sentires doloridos y a constantes imágenes de la infancia: "Nunca hemos sido más / que cuando fuimos niños". Puede afirmarse que nuestro poeta rumia siempre el sabor de la nostalgia, de manera que en la emoción que corresponde a Con tres heridas yo (1983), tan simbólico ya en su título, llega a decir que escribe sobre "El destino del hombre que no busca / su plenitud sino en lo que se escapa". De nuevo en 1985, en Compás errante , manifiesta un sesgo reiterado al formular un acercamiento lírico al mundo andaluz del gitano y del flamenco.

UN POETA CONSOLIDADO

Ocho, como puede constatarse, son los poemarios que conforman el primer tomo de Insurgencias (el periodo que va de 1965 a 1985); en el segundo se añaden otros siete centrados en el recuerdo de lo que ha quedado atrás pero ahora retorna a lomo de los versos (véase Indumentaria , 1986), o tienen como objetivo lírico encumbrar la belleza inherente a ciudades como Córdoba, Cádiz o Sevilla (Campo lunario , 1988), o bien quieren manifestar un intenso amor a España entendiéndola como un país de grandezas y miserias de las que el poeta aspira a convertirse en cantor en Lente de agua . De lances históricos, de recuerdos locales, de nombres afamados, de escenas literarias, se nutre todo este libro, que aúna grandeza y desolación, espacio y belleza hasta poder decir: "comprendo que también / es más grande mi patria que mi tierra".

En el proceso lírico-creativo de Hernández resulta fundamental Sagrada forma (Premio Jaime Gil de Biedma y Premio Nacional de Poesía de la Crítica Española), en el que se ha pretendido reflejar un viaje en tren que significa un encuentro con la memoria y el pasado, o sea, con los recuerdos, que evidentemente lo encauzan hacia Andalucía: "Me quedé en ella porque era hermosa y necesitaba su alegría". De Habitación en Arcos hay que decir que es un colmado poemario compuesto de un poema inicial y de otras seis extensísimas composiciones que decantan la emoción de haber vivido ese paisaje natal que han habitado unos rostros y unas vidas que forman parte de la suya.

Los dos últimos libros de poesía que aparecen reimpresos igualmente en Insurgencias son El mundo entero (Premio Rafael Alberti del 2000, se reeditó en 2007 por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes) y A palo seco (con primera edición en RD Editores de Madrid, también en 2007). Ahora, versos largos, preeminente afán metafórico, uso de lenguajes específicos y estilo ágil son las bases en que se apoya El mundo entero para instaurar un sentimiento de continua compenetración con la naturaleza o de íntimo apego al entorno. El paisaje favorecerá un innegable realismo detallista en las descripciones, algunas de las cuales testimonian el sentir vitalista y libidinoso del hombre: "Nunca se va más lejos que cuando se desea. / No hay más gloria que el vello si se eriza". Un verso como "todo transcurre rápido, mas nada / acaba de pasar" apunta a la idea de que todo retorna y todo se transforma, que es la que en el libro activa las referencias que contiene sobre el tiempo y el recuerdo: "La memoria nos constituye / como la nube al río, la madera a la llama". Finalmente, por la reflexión sobre el tiempo y el recuerdo parece que el poeta accede a la comprensión de las contradicciones aparentes como símbolos de la existencia misma, expresadas en "nos da a probar / el amor, por ejemplo, y lo convierte en odio; / el vino, por ejemplo, y lo torna en vinagre; / la vida, por ejemplo, y la traduce en muerte". En fin, los dieciocho poemas de El mundo entero inciden en un conjunto plural de emociones, tales como la alegría, la soledad, los sueños, el desamparo o los pensamientos sobre la naturaleza y el cosmos.

LA ESENCIALIDAD COMO OBJETIVO

De A palo seco , el día que se le presentó en la Real Academia de Córdoba, dijo su autor que significaba un intento por "despojar al poema de toda retórica, ir a la esencia, para llegar al conocimiento de uno mismo". Y es con esa primordial intención con la que ha agrupado en sus páginas 71 composiciones de versos heterogéneos en cuanto al cómputo y la rima, aunque predominen los heptasílabos y endecasílabos combinados y ungidos con una musicalidad efectiva a partir de variadas conexiones fónicas internas. Con sencillez y con espontaneidad los versos van surgiendo matizados de actualidad y dibujando las preocupaciones del autor: el inmisericorde paso del tiempo, el sufrimiento humano, la ingrata soledad y el pesimismo de vivir sin esperanza y con el desagrado de la vejez. Se afirma que lo único que salva al poeta, al hombre, es la emoción de la poesía, por eso busca "un libro hermoso de poemas para / espantar un poco la muerte". Y no hay duda de que A palo seco reúne una poesía directa, de mensaje liberador y comprensible dicción, de humana apoyatura y de realidad vibrante. Aun cuando presente, por su condición estética, recursos como la antítesis, la paradoja, la metáfora o el paralelismo sumados a algunos otros, lo que importa es que esta poesía está narrada sin artificio ni engaño, sin hipocresía, "a palo seco", para que haga más estragos la emoción y la denuncia. Dice Antonio Hernández que su libro "es una metáfora de la soledad", y la expresión vínica que la asume es precisamente la que él enarbola en su título, la de beber "sin tapas, a palo seco", como también ha precisado.

Con este título, que entonces era el de su último poemario y que por ello cerraba el volumen de su poesía completa, el lector ya podía alegrarse por tenerla reunida bajo ese unitario rótulo