‘El hombre que amaba a Franco Battiato’. Autor: Juan Bosco Castilla. Editorial: Áltera. Madrid, 2016

Después de Sholombra, el escritor cordobés Juan Bosco Castilla (Pozoblanco, 1959) ha regresado a la novela y lo ha hecho con El hombre que amaba a Franco Battiato, en la que de nuevo cultiva el género policíaco. Con la excusa de la búsqueda de un manuscrito, Orlando, el protagonista, se embarca en una alocada y peligrosa aventura que lo llevará de Aleda, un imaginario pueblecito de Los Pedroches, a Sevilla y, desde allí, a recorrer varias ciudades de distintos continentes. El autor sigue los cánones establecidos: acción continua y trepidante, clímax repartidos sabiamente para que la atención no decaiga y un final impactante y con doble giro. Sin duda alguna, la trama hará las delicias de los aficionados a un género que, pese a las modas imperantes en cada momento, seguirá siempre vigente.

El hombre que amaba a Franco Battiato es, también, una reflexión irónica y lúcida sobre el mundillo que rodea a la creación literaria: la apropiación de ideas ajenas, el plagio descarado o enmascarado de obras, la procelosa búsqueda de editorial, el amaño de los concursos literarios, la relación peligrosa y ambigua entre literatura y política, las falsas e hipócritas amistades literarias, la contraposición entre ética y estética... Todos los que conocen ese universo no pueden menos que sonreír ante las vicisitudes por las que pasa el manuscrito de El centro de gravedad permanente.

Además, El hombre que amaba a Franco Battiato es una novela sobre el aprendizaje. Como ocurría en las aventuras clásicas (desde La isla del tesoro a Un capitán de quince años), se parte de una situación de inocencia: Orlando es un joven de veinticinco años que no ha vivido la vida. Tiene dos carreras y habla un par de idiomas, pero ha visto pasar la infancia y la juventud desde la ventana de su habitación. La búsqueda del manuscrito le ofrece la posibilidad de salir de la protección familiar y embarcarse en una serie de peripecias que le permitirán hacer amistades, descubrir el amor y convertirse, al final de la aventura, en un ser distinto y adulto. Finalmente, la novela es un libro de viajes y, como tal, puede leerse sin más. Juan Bosco hace unas hermosas descripciones de varias ciudades (Sevilla, Madrid, Lille, Wolfsburgo, Berlín, Nueva York). Se trata de pinceladas geográficas, arquitectónicas y culturales que remansan la acción y le conceden al lector un descanso entre aventura y aventura. Si a todo lo escrito añadimos una prosa sobria y sin alardes efectistas, y unos personajes bien perfilados, tenemos ante nosotros una novela que merece la pena ser saboreada como una buena canción de Franco Battiato.