No solo son maestros de la cocina sino "grandes personas". Así los presentó el director de la Cátedra de Gastronomía de la Universidad de Córdoba, Rafael Jordano, y así se mostraron ante un auditorio repleto Kisco García, Paco Morales y Celia Jiménez, tres monstruos de la cocina, que acudieron acompañados por sus familias, que dejaron los fogones para hacer patria y defender la cocina cordobesa con la misma pasión que despliegan en sus restaurantes. Los tres tienen casa propia aunque cada uno en una fase. Celia Jiménez, la primera en obtener una estrella Michelín, lleva un año con su restaurante homónimo en el Open Arena y está satisfecha de la respuesta de la ciudad. "Lo mío no es tradición familiar, mis padres no eran muy cocineros, pero a mí siempre me gustó, empecé trabajando para ganar un dinerillo hasta que conocí a un cocinero que me animó a estudiar cocina", dijo tras confesar que es "una persona muy exigente, con quien no es fácil trabajar porque siempre busco que todo sea perfecto, cada detalle del plato y del entorno". Esa autoexigencia es un común denominador de los tres que también evidenció Paco Morales, vecino de Cañero e hijo de los dueños del Asador de Nati, que después de 15 años fuera de su ciudad, obtener una estrella Michelin y codearse con grandes como Ferrán Adriá o Andoni Luis Adúriz ha vuelto a su barrio de la infancia para abrir su propio restaurante, Noor, de 20 plazas. Se inaugurará el 17 de marzo y ayer, primer día para realizar reservas, ya contabilizaba más de 200. Noor, luz en árabe, promete ser más que un lugar donde comer. "Noor es una experiencia culinaria envuelta en un espacio estimulante", dijo Antonio Ruiz, encargado de presentar al chef. Sencillo, quiso rendir homenaje a sus padres y restar importancia a una profesión que últimamente está envuelta en glamour. "El camino a la excelencia es duro, doloroso y exige mucho esfuerzo y riesgo", aseguró, antes de abogar por recuperar el esplendor pasado de Córdoba y reivindicar el potencial gastronómico de sus tabernas y restaurantes. En su opinión, "hay que perder el miedo, viajar más" y ahorrar si hace falta para vivir cada vez que sea posible una experiencia gastronómica de alto nivel.

En la misma línea de humildad, Kisco García, que regenta en la Fuensanta desde hace 13 años el bar de su familia Choco, que con él ha obtenido y renovado una estrella Michelín, puso en valor sus orígenes como fuente de inspiración y reivindicó el poder de los cocineros "para expresar con las manos". "Córdoba es complicada, hay que entenderla, pero me encanta", sentenció. Mi barrio, dijo, "es un sitio donde me gusta mirar hacia arriba para valorar lo que tengo y no perderme". Y es que, según explicó, ha pasado unos años confundido por el boom mediático de los fogones hasta encontrarse consigo mismo allí donde estuvo siempre, junto a los suyos. En fin, no es por casualidad que los tres sean grandes.