Córdoba es una ciudad de contrastes. Atrae al visitante por su pasado histórico y se muestra, además, como una ciudad donde se puede vivir razonablemente bien. Pero las cifras económicas (bajo nivel de crecimiento y elevada tasa de desempleo) nos ofrecen la imagen de una ciudad poco dinámica y escasamente emprendedora, imagen que se agrava en situaciones de crisis como la actual. Ante ello, cabe preguntarse si el bienestar de la ciudad de Córdoba es sostenible de cara a las generaciones futuras; es decir, si se sustenta o no en bases firmes.

Resulta evidente que el modelo sobre el que descansa la economía cordobesa no tiene capacidad para absorber las demandas de empleo. Es un hecho que la ciudad de Córdoba no podrá recuperar la base industrial que tuvo en los años 60. Tampoco su tradicional orientación agrícola será base suficiente para asegurar las rentas de gran parte de los cordobeses (sobre todo a raíz de la inexorable disminución de las ayudas europeas). Asimismo, su otrora floreciente industria vinculada a la platería vive horas difíciles. Además, la función de Córdoba como capital de la provincia ha sufrido una importante devaluación, debido a la creciente descentralización administrativa y a la mejora de los servicios y equipamientos en los municipios. Junto a lo anterior, la existencia de importantes núcleos urbanos e industriales en la provincia, como el Valle de los Pedroches, la Campiña Sur (con el eje Montilla-Puente Genil-La Rambla), la Subbética (eje Baena-Priego-Lucena) o la comarca de Palma del Río, constituye un hándicap para el desarrollo de la ciudad de Córdoba al competir con ella a la hora de atraer inversiones económicas.

En ese difícil panorama, Córdoba tiene que reinventarse a partir de sus propios recursos (productivos, científicos, culturales...). La idea de potenciar la marca Córdoba como una marca diferenciada consiste en poner en valor todos los recursos disponibles con el objetivo de ofrecer un modelo de ciudad agradable para vivir, pero también atractivo para trabajar y emprender proyectos profesionales. Su inmejorable situación geográfica, su adecuado tamaño y accesibilidad (en línea con el llamado movimiento smart cities ), la calidad urbana de sus servicios, el grado de participación, tolerancia y respeto a la diversidad en el ámbito de la convivencia ciudadana, la existencia de una buena red de infraestructuras y equipamientos culturales, y su potencialidad en sectores como el turístico, sanitario o agroalimentario, deben ser la base para reinventarse como ciudad. Todos esos elementos no crean desarrollo por sí solos, sino que deben ser interiorizados por la población (creérselos y sentirse orgullosos de ellos) y tienen que ser puestos en valor por los empresarios (asumiendo los riesgos propios de su actividad) y por los responsables políticos (asumiendo el liderazgo necesario).

El turismo

En lo que se refiere al turismo, por ejemplo, Córdoba es, sin duda, una ciudad muy atractiva para el desarrollo de este sector, pero la realidad nos dice que no está preparada para aprovechar todo su potencial, permaneciendo anclada en una visión tradicional y algo obsoleta. Da la impresión de que la ciudad se ha acomodado a una oferta turística limitada al entorno de la Mezquita, el Alcázar y la Judería, como si no hubiera otras opciones complementarias. Concentrar el modelo turístico de Córdoba en ese entorno (por muchas visitas nocturnas que se organicen) es limitar su oferta y, de paso, colapsarla, tal como puede observarse dándose una vuelta por las calles de esa parte del casco histórico los fines de semana.

Córdoba tiene un potencial turístico mucho más amplio, que no está adecuadamente aprovechado y que incluye, por ejemplo, la ruta de las llamadas iglesias fernandinas o la excelente red de museos de que disponemos en la ciudad (como el de Julio Romero de Torres, el de Bellas Artes o el Arqueológico). Tampoco se aprovecha el potencial de la sierra cordobesa, cuya cercanía a la ciudad (en un cuarto de hora el visitante puede desplazarse a parajes de una belleza inusual) convierte ese espacio natural en una interesante oportunidad para ampliar la oferta recreativa y de ocio (golf, fotografía, caza, rutas de senderismo, deportes de naturaleza...).

Esa oferta puede ser complementaria de las visitas a los monumentos emblemáticos de Córdoba y al entorno de Medina Azahara (especialmente a raíz de la puesta en marcha del centro de atención de visitantes), de modo que la persona que visite Córdoba aumente el número de pernoctaciones en nuestra ciudad. Asimismo, habría posibilidades de impulsar, en cooperación con algunos municipios de la provincia y con la necesaria implicación de la Diputación, rutas turísticas vinculadas al vino, al aceite, a la artesanía, a los espacios naturales, a los yacimientos arqueológicos o a las tradiciones (Semana Santa, fiestas y ferias populares-). Córdoba capital podría ser el centro logístico de esas rutas turísticas, dada su inmejorable situación estratégica en materia de comunicaciones viarias.

Pero para hacer realidad todo esto, la ciudad de Córdoba (sus élites y la propia sociedad civil) debe estar convencida de ello y poner manos a la obra para preparar profesionalmente a este sector. La ciudad debe mejorar su infraestructura (urge el nuevo palacio de congresos) y disponer de una buena red de profesionales con dominio de idiomas y con un buen nivel de formación para dar a conocer y hacer atractivas las nuevas ofertas turísticas. Además, debe dotarse de unos equipamientos hoteleros y de restauración lo suficientemente innovadores como para responder a las demandas del nuevo perfil de visitante.

En el ámbito de la creación cultural, nuestra ciudad vive, como el resto de Andalucía, una tensión entre modernidad y tradición. Junto a expresiones culturales de fuerte raigambre popular (y que se concretan en el barroquismo de las procesiones de Semana Santa o en el folclorismo costumbrista del mes de mayo), late en Córdoba un pulso de modernidad que, con denodados esfuerzos, asoma sus proyectos en el conjunto de la ciudad en sectores como la música (con la firma Eureka), la gastronomía (con el restaurante el Choco), las artes plásticas (con las galerías Arte 21 o Carmen del Campo, o la revista Ars Operandi ), las artes escénicas (con las compañías de teatro Avanti, El Mercado, Ñaque o Círculo Teatro), la creación artística (con las fundaciones Botí o Gala). A ello se une la excelente labor de la Filmoteca, con una programación de cine imposible de encontrar en las salas comerciales.

El impulso surgido en torno al proyecto de capitalidad cultural 2016 debe mantenerse vivo para albergar este tipo de proyectos, apostando por la innovación, el dinamismo y la pluralidad cultural y evitando la tentación de reproducir esquemas culturales ya obsoletos. Córdoba dispone de infraestructuras y equipamientos como para aprovechar el gran potencial cultural que existe en la ciudad. Solo hace falta definir un adecuado plan estratégico que, mediante fórmulas de partenariado público-privado, ponga en valor ese potencial.

Ambitos de excelencia

La oferta de Córdoba como ciudad de servicios sanitarios de excelencia es de gran interés. Nuestra ciudad es un referente nacional e internacional en el sector de la medicina cardiovascular y en el ámbito de los trasplantes. Córdoba podría ser en este área lo que representa por ejemplo Pamplona en el área de la oncología. Solo haría falta definir un buen proyecto en torno a esta idea y concentrar esfuerzos públicos y privados, para que sea la marca Córdoba la que se potencie en este ámbito.

Lo mismo cabe decir del sector agroalimentario. Aunque la estructura productiva de este sector está, cada vez más, fuera de la ciudad (justo en las industrias ubicadas en la provincia), Córdoba conserva el conocimiento que le proporciona una larga trayectoria investigadora, con importantes grupos de investigación en la Universidad, el CSIC y el Ifapa. La aprobación del Campus de Excelencia constituye una magnífica oportunidad si se sabe aprovechar bien, al igual que la iniciativa Agrópolis planteada por el Ayuntamiento. La interacción entre la Universidad, los grupos de investigación y el sistema empresarial puede encontrar su encaje en el Parque Tecnológico de Rabanales 21, que, además, debería ser un eje vertebrador de los parques de menor entidad que existen en el conjunto de la provincia y que tienen un incierto futuro. La llegada del grupo financiero BBK a nuestra ciudad constituye una excelente oportunidad como fuente de financiación de estos nuevos proyectos, al ser una entidad que siempre ha apostado por la cultura de la innovación. Asimismo, el proyecto de Universidad Loyola puede potenciar el ámbito de la formación superior, complementando la oferta de la universidad pública.

Córdoba puede avanzar si sabe redefinir sus funciones como ciudad de servicios de calidad, si sabe reinventarse como un accesible y confortable espacio urbano de tolerancia y participación y como un entorno creativo e innovador. Eso no significa renunciar a sus raíces históricas, sino reconocer que solo con ellas no se puede garantizar el futuro. Córdoba necesita nuevas fuentes de generación de recursos para hacer sostenible su modelo de ciudad. Para ello, debe aprovechar lo mejor de su pasado y de sus tradiciones, pero sin mitificarlas, impulsando los nuevos elementos de modernidad que laten en ella. Solo así, Córdoba podrá atraer a profesionales de muy diversa índole, emprender un nuevo proyecto colectivo y, en definitiva, encontrar su lugar en un mundo tan globalizado y competitivo como el de hoy.