Pasada la una de la tarde, justo cuando la consejera de Hacienda y Administración Pública, María Jesús Montero, acababa de prometer su cargo, el ruido sordo de los ERE se apoderó del Salón de los Espejos del palacio de San Telmo, donde se celebraba el acto de la toma de posesión de un Ejecutivo que estaba a punto de empezar su andadura. Los móviles de los periodistas comenzaron a recibir mensajes sobre un auto en el que la jueza Mercedes Alaya abría paso a la imputación de los dos expresidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, y de otros cinco exconsejeros. Pronto las pantallas de televisión que emitían las imágenes de la toma de posesión dejaron de tener atentos espectadores. La noticia recorrió como la pólvora y en tiempo récord la sala. Fue una bomba. El estreno de un Gobierno en el que su presidenta, Susana Díaz, había tratado de borrar cualquier huella del caso de los ERE, la presunta trama corrupta que desvió fondos de Empleo durante una década, quedó eclipsado por la jueza Alaya y marcado a fuego por el disparo contra quienes formaron parte de la cúpula del Gobierno andaluz en los últimos dos lustros.

LA FOTO DE FAMILIA Finalizado el acto, el Gobierno salió a hacerse las fotos de familia de rigor. Todos mantuvieron el tipo. Sonreían. Los exconsejeros imputados, Carmen Martínez Aguayo y Antonio Avila, declinaban hacer declaraciones a la prensa. La presidenta de la Junta, que ha prometido que la lucha "implacable" contra la corrupción centrará su mandato, se marchó precipitadamente y blindada para no tener que responder preguntas. La primera víctima de los micrófonos fue el consejero de Justicia, Emilio de Llera, que tras murmurar que era "increíble" volvió al discurso formal y aseguró que era el día de hablar del Gobierno y del empleo. "Vamos a hablar del Gobierno, que es mucho más importante que cualquier juez", mantuvo. Esa fue la frase que alguien había lanzado como consigna entre los consejeros y a la que todos se agarraron de forma unánime.

Mientras el auto de la jueza Alaya recorría los móviles y las redes sociales, la presidenta de la Junta, Susana Díaz, animaba a los 11 consejeros del nuevo Gobierno andaluz a configurar un gabinete "fuerte y sensible" con las necesidades de la "gente sencilla" y que sea "transparente y en el que no existan sombras" con el objetivo de "mejorar la imagen y la confianza de los ciudadanos en la política".

La mayoría de los consejeros optó por prometer su cargo, excepto la nueva titular de Medio Ambiente, María Jesús Serrano, que lo juró. Como ocurrió hace poco más de un año en la toma de posesión del primer gobierno de coalición PSOE-IU, la nota discordante la puso la titular de Fomento y Vivienda, Elena Cortés (IU), que precisó al prometer el cargo expresando "lealtad al Rey" que lo hace "por exigencia legal". Al acto no asistieron el consejero de Agricultura saliente, Luis Planas, ni tampoco el expresidente José Antonio Griñán.

ATENDER A LA GENTE Díaz aseguró que no tienen "tiempo que perder porque los problemas de Andalucía acucian y los ciudadanos lo que esperan de nosotros es sobre todo hechos". Pero sus palabras estaban ensordecidas por el auto de la jueza. La nueva presidenta habló de atender las necesidades de la "gente sencilla en Andalucía" y advirtió al Gobierno de que se encontrará "un mar de dificultades" que van "a ir superando". La primera, nada más empezar, en su estreno, con dos expresidentes en el punto de mira. "A partir de ahora manos a la obra y que por sus obras les vayan conociendo", concluyó Díaz dirigiéndose a sus consejeros.

Además del presidente del Parlamento, Manuel Gracia, que presidió el acto junto a Díaz, asistieron entre otras autoridades el expresidente Rodríguez de la Borbolla y representantes de los agentes sociales como el presidente de la CEA, Santiago Herrero, o los secretarios regionales de CCOO, Francisco Carbonero, y UGT, Francisco Fernández.

El acto se inició con 30 minutos de retraso a la espera de que la presidenta regresase de inaugurar el curso escolar en un colegio cordobés. Posiblemente no sabía que le iban a dar su primer golpe político. Mientras el coche oficial volvía de Córdoba, Alaya firmaba su auto.