Cada primer viernes de marzo, ya iniciada la Cuaresma, la mayestática figura del Remedio de Animas, entronizada en el madero de la cruz, nos convoca a encontrarnos con El.

Cada año podemos descubrir una temática diferente en el montaje del besapiés. Pero siempre permanece la imagen única del Cristo, su rostro sublime que transmite amor extremo, serenidad en la aceptación del sufrimiento, bondad del Hijo de Dios que traspasa cualquier límite.

Si nos quedamos en la simple teatralidad del montaje, del exorno, de la multitud de elementos que rodean el centro en que las miradas de los devotos han de dirigir su atención, nos llevaremos una simple sensación estética, una impresión artística- Ahora bien, si abrimos el corazón y nuestro ánimo se dispone a dejarse seducir por el mensaje subyacente en la capilla del Cristo de Animas, será la fe la que obre el milagro. Y la fuerza de la seducción del Señor del Remedio de Animas la percibiremos cuando descubramos que su rostro no se apartará jamás del nuestro. Mas nuestros ojos han de estar continuamente fijos en él. Lo intuiremos como los discípulos de Emaús. Este es el milagro: el que contemplamos crucificado, rendido a la muerte, aceptando el sacrificio, vive por amor y se hace carne de cruz por nosotros.

¿Qué nuevos detalles descubriremos este año en el besapiés? Es siempre interesante interpretar la catequesis que José Ignacio Aguilera Castelló quiere ofrecernos. Pero lo fundamental es El: el Santísimo Cristo del Remedio de Animas. Los que acudan este año a venerar al Señor de Animas se encontrarán con varios retos: ser capaces de descubrir el significado y mensaje de todo lo que constituye el altar del besapiés y saber discernir la llamada que el Remedio de Animas nos formula.

Al abandonar la iglesia, quizá sintamos en nuestros corazones un susurro, a modo de oración de despedida: "Hemos venido a verte y tú, Señor, te has quedado con nosotros".