La lava cruza los muros del cementerio y los nichos van desapareciendo bajo la colada. De todo lo que el volcán le ha arrebatado a María de los Ángeles, que se quedó sin su casa y sus terrenos de cultivo, esta es la pérdida que más le ha dolido: "El cementerio nos dejó peor todavía. Allí tenía yo a mis padres enterrados". El terreno en el que hay alrededor de cuatro mil personas enterradas está siendo dominado por el volcán que, poco a poco, se expande entre las tumbas y Abenchara ya no tiene a dónde ir junto a su abuela para ponerle flores a su bisabuela: "Nunca más voy a compartir eso con mi abuela y, al final, esos ratitos son los que llenan a las personas cuando no las tienes". El volcán se lleva algo irremplazable porque con el cementerio de Las Manchas se pierde un lugar donde las familias encontraban el consuelo.