De repente, en plena noche de sábado, decenas de miles de pantallas se iluminaron. Estaba pasando. Poco antes de las ocho, se concretaba el tan anunciado ataque de Irán a Israel como respuesta al asesinato atribuido al Ejército israelí de miembros de su Guardia Revolucionaria presentes en el consulado iraní de Damasco. Una batería de cientos de drones y misiles abandonaba Irán en el primer ataque militar directo de Teherán contra territorio israelí en su historia. Las altas capacidades militares de Israel y de sus aliados, junto al previo conocimiento de su llegada, les permitió destruir la mayoría fuera de las fronteras del Estado hebreo. Con sólo una persona herida (una niña de 7 años) y una base aérea dañada, Tel Aviv se apuntó otro tanto en esta guerra perpetua en la que está sumido.