FERIA TAURINA DE CÓRDOBA

Talavante corta la única oreja en una tarde de toros entre la lluvia y la frialdad

El diestro extremeño logra el único trofeo de un encierro deslucido de Álvaro Núñez, mientras Finito y Aguado apenas pueden lucir de forma fugaz

Francisco Javier Domínguez

Francisco Javier Domínguez

Ganado: seis toros de Álvaro Núñez, el sexto lidiado como sobrero, justos de presencia, algunos en el límite, de escaso juego, deslucidos en líneas generales y sin casta, con acusada mansedumbre. Algo mejor el segundo, noble pero a menos.

Finito de Córdoba: tres pinchazos (ovación) y tres pinchazos, el último hondo (ovación tras aviso).

Alejandro Talavante: pinchazo hondo y estocada (oreja) y dos pinchazos y estocada casi entera (silencio).

Pablo Aguado: dos pinchazos y estocada desprendida (ovación) y tres pinchazos y un descabello (palmas de despedida).

Incidencias: Plaza de toros de Los Califas. Segunda y última corrida del abono de la Feria de Mayo. Un tercio de entrada en tarde de agradable temperatura y con un breve chubasco inicial. Miguelín Murillo y Manuel Izquierdo, de la cuadrilla de Talavante, y Diego Ramón Jiménez y Pascuall Mellinas, de la cuadrilla de Pablo Aguado, han saludado tras parear al segundo y al sexto respectivamente. 

Llovía con discreción y frialdad al comienzo de la corrida. La tarde tenía un prólogo triste, acorde con lo que después llegaría. Con un ambiente sin alma ni ángel en los tendidos, el balance artístico se resume en pinceladas aisladas de Finito, una faena frágil y superficial de Talavante y detalles de Aguado. Los toros de Álvaro Núñez, de escasa presencia, han resultado deslucidos en líneas generales y el tedio ha presidido el festejo. Qué pena. Pese a estas circunstancias, cabe desmenuzar la tarde con más profundidad para intentar hallar rescoldos de torería y vibración.

La labor más completa ha corrido a cargo de Talavante. Ante el toro menos malo de la corrida, el segundo, un animal noble pero quizá contagiado de la frialdad de la tarde, el diestro pacense consiguió hilar una tandita de verónicas con alegría y usía. Aquello tomaba vuelo porque además Aguado quitó por chicuelinas abrochadas con acierto con una media de calidad. La esperanza, intacta a esas horas, encarecía las acciones que teníamos depositadas en el festejo.

Tras un tercio de banderillas lucido por parte Miguelín Murillo y Manuel Izquierdo, de la cuadrilla de Talavante, el diestro extremeño ha planteado una faena en la que el cuidado del animal se ha convertido en una prioridad. Por ello, aunque el torero pasaba a la res con limpieza en muletazos de trazo largo, el ambiente no llegaba a caldearse. No obstante, tras citar de largo la faena ha comenzado con una vibración que ha ido cediendo al tempero del animal, conducido con temple por Talavante. Así han brotado muletazos por ambas manos, siempre con suavidad, siempre mirando por la duración del torete. Al natural ha habido compases de calidad en dos tandas y los cambios de mano han sido de lo mejor de la actuación. Luego el torero ha tirado de recursos sin estoque y el público ha experimentado un simulacro de alegría, que ha quedado en eso, en simulacro, cuando el diestro ha errado con la espada. Pese a ello ha cortado una oreja pedida por el público y concedida por el presidente. Con el quinto, Talavante no ha podido sacar nada en claro, porque su oponente ha sido deslucido y sólo ha podido abreviar.

Alejandro Talavante saluda este domingo en una corrida de la Feria de Córdoba.

Alejandro Talavante saluda este domingo en una corrida de la Feria de Córdoba. / MANUEL MURILLO

Finito de Córdoba venía enchufado. Ya de primeras se le ha visto dispuestísimo pero se ha estrellado contra el muro de la falta de casta de sus oponentes. Aun así, su labor ha tenido momentos de la calidad propia del torero de la casa. Su recibo a la verónica al primero de la tarde ha sido excepcional. Con hondura y ritmo, Finito ha recetado una tanda de categoría, con tres verónicas de auténtica excepción. Luego en la muleta ha intentado llevar largo siempre al animal, pulsando su embestida, con el mágico toque de su muñeca pero nada. Salvo algunos muletazos por ambas manos que han surgido limpios y de buen trazo, el resto no ha tenido continuidad y eso desluce mucho estos trasteos con medios toros. Con el cuarto, más de lo mismo. Intención frustrada por una birria de toro que no quería nada. Encajado ha podido largarle el Fino una tanda por la derecha: tres de trazo largo, y un par de naturales templados marca de la casa. Y ya. Todo ello con el acompañamiento de dos marchas de Semana Santa: Mi amargura y Callejuela de la O, algo con poco sentido. Porque si ya el pasodoble carece de justificación cuando no hay lucimiento, la marcha religiosa es un absurdo absoluto, fuera de contexto y sin sentido. 

Finito de Córdoba este domingo, en la corrida vespertina de la Feria de Córdoba.

Finito de Córdoba este domingo, en la corrida vespertina de la Feria de Córdoba. / MANUEL MURILLO

Precisamente en el sexto, Aguado ha mandado parar a la banda. Para qué música, si no existe intensidad. Pese a ello, el torero sevillano ha ejecutado con este último toro un par de tandas aseadas y pintureras con la derecha. Y ahí se resume, prácticamente, su actuación. Y es que con el primero de su lote, que ha manseado ostensiblemente desde el principio, el de Sevilla apenas ha podido lucir puntualmente a la verónica y andar con aseo ante el descastado tercero. El sexto de ordinaria, un jabonero chico y sin fuerza, ha sido devuelto a los corrales y, en su lugar ha salido un sobrero que ha deambulado por la plaza como sus hermanos, sin codicia ni son. Al final, en un arranque de profesionalidad, Aguado ha conseguido hilar las dos citadas series, pero poco más. 

Pablo Aguado ante el toro, este domingo, en el coso de Los Califas de Córdoba.

Pablo Aguado ante el toro, este domingo, en el coso de Los Califas de Córdoba. / Manuel Murillo

Y así ha terminado una feria marcada por la lluvia, por el aplazamiento, por el ciclón de Roca Rey y por del deslucido juego del ganado, sobre todo el de la tarde, que además ha bajado de forma considerable en presencia. Las dos corridas han venido muy justas. Y la de la mañana se ha tapado por el cierto trapío de algunas encornaduras y por el juego noble y manejable de algunos, pero lo de la tarde ha sido un claro fracaso ganadero, un fiasco que ha contagiado a una terna que termina sin pena ni gloria, en una frialdad asimilable a la que se ha vivido en los tendidos.