Ganado: Seis toros de Juan Pedro, el cuarto sustituido por un sobrero de la misma ganadería, todos cinqueños, bien presentados pero sin casta, ni fuerza; deslucidos y mansos, incluso por momentos protestones y con peligro.

Juan Serrano ‘Finito de Córdoba’: mete y saca y pinchazo (división de opiniones); media trasera (ovación) y dos pinchazos, pinchazo hondo y cuatro descabellos. (Ovación tras aviso)

José Antonio ‘Morante de la Puebla’: pinchazo, estocada contraria y tendida (ovación); pinchazo y estocada (silencio) y estocada tendida (silencio).

Incidencias. Lleno de ‘no hay billetes’ con las restricciones del covid. Más de un cuarto de plaza cubierto en tarde calurosa. Se ha guardado un minuto de silencio en memoria del centenario del fallecimiento de Joselito El Gallo y como homenaje al 80 aniversario de la muerte de El Guerra.

La gente está harta de aguantar a Juan Pedro. Y los toreros erre que erre con los toritos (supuestamente) artistas. La gente miraba el cartel de la corrida y se le hacían las palmas agua. Un vecino de tendido decía que tenía la tensión a mil. La gente veía los nombres de Morante y de Finito y toreaba Gran Vía Parque arriba. La gente sudaba y no echaba cuentas de los treinta y tantos grados de vellón que han caído esta tarde. Pero luego, la gente miraba de soslayo el cartel y veía el hierro con la V y la divisa blanca y roja y retiraba la vista. La gente sabe que la juampedrada, cuando llega, es inclemente. Arrasa con la ilusión. Quema capotes. La gente evitaba esa parte del programa de mano en la que dice: Toros de Juan Pedro Domecq. El Castillo de las Guardas (Sevilla). Decía Julio Anguita que si alguien te engaña una vez no es tu culpa pero, si ese mismo te la cuela de segundas, la responsabilidad, querido amigo, es tuya. Julio Anguita, de cuyo fallecimiento se cumple ahora un año, decía esto para quebrar el bipartidismo imperante y, según él, corrupto que imperaba en los primeros 90. Por aquellos años, tomaba la alternativa Finito, y ya estaba Juan Pedro. Y los toritos artistas. Y no sólo Juan Pedro, porque el juampedrismo es un partido ganadero que lleva años gobernando en coalición con las figuras. Y la gente ya está harta. Y como hay democracia, pues se queja. Y, como en las plazas no hay urnas, pues lo dice a voz en grito: “Juan Pedro, quema la finca”.

La juampedrada ha matado la ilusión. Y las ganas de Morante y de Finito. Como náufragos, nos agarramos a dos series de verónicas que han interpretado estos dos monstruos del capote, pero no ha habido más. Unas medias verónicas de ambos, unas chicuelinas de Morante, todo salpicadito, como el aceite que da el toque final al salmorejo. Pero ya. Esta vez, más que nunca, cabe pedirle responsabilidades a Juan Pedro, porque después de un año sin lidiar no se puede traer esta corrida de toros. O eso o es que la ganadería está podrida, porque el campo está lleno de toros. Y Juan Pedro tiene una de las cabañas más larga de familias, reatas, notas, referencias y conocimiento para escoger de otra manera. Que Córdoba, otros años no, pero este mayo estaba en el foco. Que Córdoba ha montado la primera feria del año en plaza de primera. Que la empresa lo ha bordado con los carteles y con la organización. ¿Cómo es posible ganadero? ¿No tiene la ganadería en la cabeza? Siento el tono, pero es inadmisible. Que de seis no salga ni uno, con la expectación y con la disposición que tenían los toreros, es una puñalada trapera, y los que amamos esto no se lo podemos perdonar.

Y los toreros. Ay los toreros. ¿Por qué seguís en este sistema? No os dais cuenta que ya no van ni una ni dos, que diría Anguita. Que son 52. Hombre por favor, que cuesta 70 euros un tendido. Cada año restamos cientos de aficionados aburridos que ya no tragan. Conozco muchos que ya no acuden con este tipo de corridas. Y si van es porque al final caen y esperan que un Finito o un Morante tengan la suerte de cruzarse con un domequito que tenga quince arrancadas. Y como componen la figura, pues ¡hala! el disfrute total. Pero para eso casi tienen que ir en la cuadrilla de los toreros. Si no, no hay manera.

Y en tal baldío de ilusiones. Golpeados por la juampedrada, todavía tenemos que alegrarnos porque hemos visto dos de las mejores series de verónicas que se van a ver este año. Por orden temporal, la primera ha sido la de Morante al segundo. La segunda, antológica, de Finito, al tercero. Qué forma de torear. Aires distintos, calidad sublime.

Finito lo ha ido sacando al tercio ganando muy poco terreno entre uno y otro lance. Como si quisiera que aquello fuera eterno. Qué cadencia, que lentitud. A un toro. A un toro, toro, con dos pitones por delante, que todavía tenía algo de vida. Finito ha sido la suavidad, el estilo, el ritmo, la clase que evapora la precaución dejando sólo el arte frente al bruto. La inteligencia frente a la fuerza. Ni sé cuántas verónicas ha interpretado. Porque esas verónicas no se dan, ni se recetan, ni se enjaretan, ese toreo es interpretación. Es un paso de palio en el silencio de la Judería, es la definición del garbo. Finito, no ha parado el reloj, sino que lo ha atrasado; nos ha rejuvenecido tantos años como lleva toreando así. Sólo de alternativa, son 30.

Y antes fue Morante. Otro lío. Porque en el capote de Morante caben cuatro o cinco tauromaquias. La de Joselito y Belmonte, la de Paula y Curro, y quizá hasta la de Manzanares padre. Él trabaja la estética y quiebra la cintura como los de antaño. Y hoy lo hemos visto en el segundo. El personal vibraba mientras él se crecía hasta el tercio. Qué empaque, qué flema, qué talla, que sentimiento ante la fragilidad de un trapo. Han sido seis, de las que tres han evocado esculturas de Juan de Mesa. Sublimes. Tanto Morante como Finito han dejado otros momentos aislados de capote de gran calidad. Sobre todo en las medias verónicas ejecutadas durante la suerte de varas o un quite al tercero de Morante con dos grandes chicuelinas del sevillano.

Y ya. ¿Ya está? Sí, ya está. Los toros de JP han llegado a la muleta no sólo sin fondo, sino que tenían ese peligro sordo del manso, del cabrón que te parte el muslo cuando intentas ganarte el jornal mendigando una embestida. Qué mala ha sido la corrida. Con el primero, protestón y sin alma, se ha estrellado un Finito muy dispuesto toda la tarde. Al tercero, que ha brindado a El Cordobés, le ha robado algún muletazo estimable a fuerza de cuidar al toro, y con el quinto, con más recorrido, lo ha pasado pero ni el toro transmitía ni el torero estaba ya con el ánimo del principio. Lógico, por otra parte.

Morante, un calco. Dispuesto toda la tarde, le han lidiado pesimamente al segundo y el toro ha llegado a la muleta sin nada. Siempre queriendo componer la figura, ha conseguido estirar el brazo en contadas ocasiones, sobre todo en unos naturales de bello trazo. Con el cuarto, un sobrero que ha sustituido a la birria titular, se ha ido a por la espada cuando un espectador le ha pedido que entrara a matar. Qué alivio, para él y para todos. Y con el sexto, ni flores. La gente ni ha protestado ante la brevedad morantista. La gente estaba harta. Harta de Juan Pedro y de los que siguen empeñados en torear este tipo de corridas. Tomad nota, que diría Juncal, aunque puede que ya sea tarde.