Ganado: toros de Fuente Ymbro, el quinto como sobrero, desiguales de presencia, mansos y complicados, alguno incluso con peligro como fue el caso del segundo y el sexto, y la mayoría huidizos. La única excepción, el noble primero. Pero peor que el juego que dio, o mejor, que no dio la corrida, son las sospechas de manipulación artificial en las astas de los toros.

Antonio Ferrera: estocada desprendida y larga agonía del toro (una oreja con pocos pañuelos); y pinchazo y casi entera (ovación tras un aviso).

Miguel Angel Perera: estocada corta (una oreja); y media atravesada y cinco descabellos (silencio).

Daniel Luque: estocada caída (silencio); y pinchazo hondo, nuevo pinchazo y estocada (silencio).

Plaza: Pamplona, lleno de "no hay billetes" en tarde de nubes altas y calor.

No es la primera corrida de Fuente Ymbro este año puesta en entredicho por la sombra del serrucho. Hace menos de un mes, en Alicante, echó seis toros cornicortos y de puntas redondeadas. Y tampoco es la primera vez que en Pamplona se lidia una corrida presumiblemente afeitada, pues sin ir más lejos, con una de Núñez del Cuvillo hubo sospechas que nadie aclaró el año pasado en el cierre de feria. En todas, qué causalidad, se anunciaban figuras Y qué pena, que ocurra en la feria pomposamente bautizada como la del toro. Un ciclo cuya fama y esencia se basa precisamente en la pureza e integridad del toro.

No es fácil aventurar estas cosas si no es con la observación minuciosa de los pitones, desde el tendido y con prismáticos para detectar esa presumible manipulación llevada a cabo por "el barbero" de turno, experto en tan deleznables menesteres.

No se ve en la punta del pitón lo que los taurinos llaman la bellota al estar ligeramente redondeado. No se aprecia el pelo, que donde roza cortaría inexorablemente como una cuchilla de afeitar. Lamentablemente quienes tienen responsabilidad directa en vigilar y abortar estos atropellos aseguran también que no hay un método científico fiable al cien por cien para detectar el fraude. Lo preocupante es que no actúen las administraciones autonómicas, en este caso el Gobierno Foral de Navarra con competencias taurinas ya transferidas.

La propia organización de las corridas, la llamada Casa de Misericordia, cuya comisión taurina está integrada por profesionales y empresarios con reconocida solvencia profesional al margen de lo taurino, seguramente no sepa bien de estas martingalas. Un sólo toro, el que abrió plaza, se dejó torear en el sentido literal. Toro con nobleza, prontitud y largura en sus embestidas, aunque llevando siempre la cara natural, sin humillar. Ferrera, que lo banderilleó entre atléticas carreras, saltos y recortes, anduvo con prisas en el último tercio, siempre al aire del toro. Cortó una oreja porque metió la espada a la primera, aunque luego dejó que muriera el toro en una larga y penosa agonía por no arriesgarse a fallar con el descabello. La presidenta se la dio aún con escasos pañuelos.

Otra oreja se llevó Perera del toro siguiente, segundo de la tarde. Pero fue otra cosa. Toro con peligro. Y faena dominadora y valiente. En las probaturas salió el torero prendido por los aires, llevando una enorme paliza. Aquí es donde se valora "la humanización de los pitones". El caso es que no hubo herida. Sólo la ropa hecha jirones. Perera volvió a la carga tras enfundarse unos pantalones vaqueros. Con mucha suficiencia, despreciando las coladas por los dos lados, aguantando parones. Perera pudo con la situación. Y está por ver qué hubiera pasado con este toro en otras manos.

Los otros cuatro, sencillamente imposibles. Ferrera se dejó tropezar mucho en el manso cuarto, sin llegar a estructurar faena. Al manso quinto, que huía de su sombra.

Y el debutante Luque, con el peor lote, puso voluntad. Reservón, corto de embestida y metiéndose, su primero acabó buscando la puerta de salida. El sexto, tan manso y tirando tarascadas, tampoco dejó desahogos.

Pero con todo, lo peor de la tarde no fue sólo la falta de lucimiento, si no las sospechas de haber asistido a un espectáculo presumiblemente adulterado.