Julio César Rincón Ramírez, o simplemente César Rincón, se ha retirado después de haber sido en el mundo de los toros el colombiano que más alto ha enarbolado el pendón taurino en la historia.

Hijo de familia modesta, empezó a palpitar en su corazón la inquietud por la fiesta brava al lado de su padre, Gonzalo, un fotógrafo taurino quien le inculcó su amor por la tauromaquia. Rincón nació en el modesto barrio de Santander de la capital colombiana el 5 de septiembre de 1965 y desde los trece años empezó a frecuentar tentaderos y fiestas taurinas donde le permitían dar algunos muletazos a las becerras.

Se hizo matador de toros a los 17 años de edad, el 8 de diciembre de 1982 en la plaza de toros de Santa María de Bogotá, y fue su padrino el matador Antoñete con José María Manzanares de testigo. Desde ese día empezó su importante trasegar por el orbe taurino.

Rincón confirmó su alternativa en América en México el 31 de julio de 1983, y en España, en Las Ventas de Madrid, el 2 de septiembre de 1984, donde alternó con Manili y Pepe Luis Vargas. Hasta 1990, cuando el apoderado español Luis Alvarez se hizo cargo de su carrera, Rincón pasó desapercibido. Pero ese año, Alvarez le dio quince corridas de toros en España que le sirvieron para adquirir cierta madurez y conocimiento en la lidia de los toros.

En noviembre de ese año, a su regreso a Colombia, sufrió una gravísima cornada en la plaza de Palmira, donde a consecuencia de una transfusión de sangre se contagió con una hepatitis C, que más tarde se le manifestó y le obligó a retirarse de la profesión durante varios años. Sin embargo, tan solo un mes después del percance, César Rincón reapareció en Quito.

LOS PORTAZOS DE MADRID Pero fue en 1991, siempre apoderado por Luis Alvarez, cuando el torero bogotano se consagró como figura del arte de Cúchares. La plaza madrileña de Las Ventas fue el templo donde ofició en las tardes gloriosas, y el 21 y el 22 de mayo de ese año, Rincón abrió la puerta grande, con los aficionados rendidos al toreo del colombiano. Ese mismo año, la plaza madrileña abrió de nuevo su puerta grande a Rincón en la corrida de Beneficencia, donde actuó mano a mano con José Ortega Cano, y de nuevo en la Feria de Otoño, con lo que completó cuatro salidas consecutivas por la puerta grande, lo que se consideró un hito.

En Rincón se vio entonces a un torero que sabía dar a los toros la lidia adecuada, con valor e inteligencia. Y hasta su despedida, sumó otras muchas tardes gloriosas.