Ganado: toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados salvo el escurrido tercero, nobles y de juego desigual, destacando primero, segundo y sexto.

Enrique Ponce: estocada corta tendida y baja (una oreja protestada); y estocada casi entera, desprendida y tendida, y un descabello (silencio).

Julián López ´El Juli´: pinchazo, media y descabello (gran ovación tras un aviso); y pinchazo y media (silencio).

César Jiménez: estocada corta (silencio); y estocada baja con vómito (una oreja con fuerte petición de la segunda).

Cuadrillas: Vicente Yangüez ´El Chano´ saludó montera en mano tras banderillear al sexto.

Plaza: Logroño. Lleno de "no hay billetes" en tarde espléndida.

Discusión en torno a las dos orejas que se cortaron. La de Ponce se protestó porque a todas luces fue faena insuficiente. Y para César Jiménez se pidió una más porque la faena había encandilado a la masa, aunque en verdad no tuvo el reposo suficiente, ni mucho menos hondura de gran obra. A todo esto el que hizo el toreo de verdad, la faena más completa exceptuando la espada, fue la del Juli al primero de su lote. Y es que en el toreo se dan con frecuencia paradojas de este tipo.

El Juli, torero recuperadísimo prácticamente desde su paso por Bilbao, otra vez con toda la frescura de su enrazado estilo, además está muy centrado, toreando quizás más para él, con reposo y mucha autenticidad. Así fue su primera faena, prologada con unos exquisitos lances a la verónica en los que fue ganando terreno hasta el mismo platillo, donde abrochó con media y revolera. Con las banderillas cumplió.

FAENA CON ASIENTO

Y con la muleta, algo muy serio. El toreo fundamental en tandas limpias, ligadas y profundas. Una faena inspirada por la cantidad de improvisaciones que hubo entre tandas, y con mucho asiento. Las series, tan largas, que los de pecho surgían forzadísimos. Y antes y después, sobre la marcha, un redondísimo con la mano izquierda, otras veces un afarolado, un redondo por delante y otro circular invertido. Lo que se dice un extraordinario fin de fiesta. Sin embargo, con la espada no acertó. Pero ahí quedó lo hecho.

Luego, en el quinto, no pudo acercarse a la cota anterior, a pesar de lucir otra vez muy por encima del toro, al que cuajó tandas increíbles sobre todo por el pitón derecho. En este toro hay que destacar un excelente par de poder a poder asomándose al balcón, según la expresión de los profesionales cuando el torero sale del par apoyándose en los palos después de haber estado unos interminables segundos entre los dos pitones. Bien El Juli, aunque sin obtener los despojos finales de las orejas.

La faena de Ponce al primero de la tarde fue facilona, tan limpia, templada y ligada, como absolutamente despegada, y por esto último sin el debido entusiasmo en el tendido. El cuarto, paradito y bajo de raza, no le dejó pasar de las simples probaturas.

Jiménez tampoco tuvo opción en su primero, una bírria de toro, en el que no obstante ensayó su acostumbrada forma de torear de rodillas en el inicio de faena. Pero el toro, que se defendió mucho, con la cara natural, es decir, sin humillar y sin pasar de las medias arrancadas, no le dejó.

PLAZA ENCADILADA

El sexto fue un gran toro en lo que colaboró con el torero, quien estuvo muy metido con él, haciéndole las cosas con gracia y prodigándose mucho. Buenos lances a la verónica y quite por caleserinas. Y en la muleta, antes de entrar en lo fundamental, le pegó diez o doce pases de adorno de quitar el engaño muy rápidamente, como dos pases cambiados y espaldinas, que a la postre fue lo que puso mucho ambiente para lo que vendría después.

Jiménez toreó por la derecha y al natural con mucha estética, pero sin rebozarse lo suficiente, escupiendo al animal siempre hacia afuera. En el epílogo, molinetes de rodillas y el consabido circular invertido. La plaza, encandilada, se venía abajo. Pero la estocada cayó baja y, peor aún, el toro murió con un repugnante vómito. De ahí que el presidente se cerrara en banda para conceder el doble trofeo.