Nuestra Universidad, siguiendo su línea vanguardista, nos pone a disposición la primera cátedra taurina del mundo. Esta magnífica noticia me lleva a escribir estas líneas, en primer lugar para agradecer a la institución docente su acertada decisión y, en segundo lugar, para pedir la máxima colaboración para que desde ahora esta Cátedra de Taurología sea referente en el universo taurino.

Muchas personas hemos sido las que con la mayor ilusión pedimos y apoyamos la creación de esta cátedra, pero muchos más deben saber que desde ahora tienen las puertas abiertas para participar y unirse a ella, de tal forma que entre los máximos posibles seamos capaces de dar respuestas con trabajos o investigaciones a esta oportunidad que se nos brinda.

La palabra taurología abarca todo lo que es, rodea y concierne en general al mundo del toro y del toreo, por ello nuestro campo es ilimitado. Pero quizás esta industria o maquinaria pesada en que se ha convertido el mundo del toro, con sus grandes ferias y legiones de toreros y ganaderías, necesite con urgencia de un riguroso análisis que corrija en lo posible todas las alteraciones e impurezas que están contaminando la fiesta.

UN ACTO UNICO E IRREPETIBLE

Haciendo una pequeña incursión en la historia de la tauromaquia, veremos que la fiesta taurina, como espectáculo, tuvo su mayor revolución y posterior implantación definitiva entre el siglo XVIII y hasta mediados del XIX. Es cuando adquiere la corrida su verdadero impulso, ya aseguradas sus bases y conquistado su primer público. Es la época en que comienza la construcción en serie de plazas de toros. Es también cuando se le da mayor esplendor al paseíllo y se generalizara el uso del traje de luces inventado, al parecer, por el matador Francisco Montes. La propia ley, hasta entonces preocupada únicamente de autorizar o prohibir los espectáculos taurinos, interviene para reglamentarlos en todos sus detalles técnicos y para garantizar su integridad, poniéndose así al servicio del espectador. Pronto, la corrida desborda las fronteras de la Península y conquista el Mediodía de Francia, Africa del norte y la América española.

No debemos olvidar, de otro lado, que cada corrida, cada festejo taurino, constituye un acto único e irrepetible que se graba en la memoria del espectador y es recogido en crónicas y artículos. Pero como la representación de una ópera o de un concierto de cámara, va a venir marcado por la animosidad de sus protagonistas, resultando siempre por ello singular y extraordinariamente atractivo.

AFICION, PRENSA Y LITERATURA

Su expansión coincide con el nacimiento de la afición, auténtico cuerpo social que goza de una suerte de unidad incluso más allá de las fronteras. El toreo dispone también de su prensa periódica, como el celebre Sol y sombra ; el no menos famoso Toril de Toulouse, desaparecido sobre 1940; los madrileños Dígame y El ruedo , y El redondel mexicano. Sin olvidar que la fiesta ha servido de inspiración a grandes artistas como Goya, Bizet o Picasso.

Goza también de su literatura propia. Grandes nombres de las letras tales como Teophile Gautier, Alejandro Dumas, Montherlant, Hemingway, Ramón Gómez de la Serna, José María de Cosío y hasta el francés Claude Popelín escriben con entusiasmo y pasión sobre la fiesta taurina en todas sus facetas.

Pero el principal personaje de la fiesta reclama para sí el primer puesto, me refiero al toro de lidia, un animal que se entiende debe ser salvaje. Los especialistas en zoología están de acuerdo en reconocer que procede de los uros o toros salvajes de la época neolítica. Su procedencia explica el innato salvajismo de los toros españoles en su origen. No obstante, el animal actual es fruto de constantes selecciones, destinadas a mantener y desarrollar en él el instinto combativo, con arreglo a ciertas condiciones y comportamientos.

LA SELECCION DEL TORO

La selección más importante data del siglo XVIII. Se llevó a cabo sobre la base de cuatro ganaderías famosas: Jijona, Cabrera, Vázquez y Vistahermosa. La primera era castellana, las otras tres andaluzas. Con el tiempo la raza andaluza eliminó a la castellana, así como a las razas locales de Salamanca y Navarra. A mediados del XX, el toro de Salamanca era el toro andaluz trasplantado y, entre los andaluces, los Vistahermosa se impusieron a las restantes familias. Sus sementales han sido lo que, dispersándose, renovaron las sangres de las ganaderías de España, Portugal, Hispanoamérica y Francia. La raza Vázquez quedó muy disminuida. Los toros más famosos de este origen, los Veragua, luego propiedad de Juan Pedro Domecq, fueron cruzados con toros de La Corte (Vistahermosa).

Al día de hoy, las ganaderías españolas no han parado de crecer en número y siguen siendo objeto de numerosos cruces y alteraciones, y quizás el estudio de la cabaña brava actual sea uno de los objetivos prioritarios de la cátedra o su reto más importante.

Con el transcurrir de los tiempos, la filosofía de ver y entender la corrida ha cambiado sustancialmente, y no precisamente para bien. Durante mucho tiempo la corrida ha mostrado a un animal salvaje que debía ser lidiado por un hombre; hoy parece más bien que se quiere mostrar en primer plano a un hombre que debe lidiar una apariencia de toro bravo.

Por ello, los esfuerzos deben siempre ir encaminados a exaltar y difundir esa cultura heredada, a conectarla con la sociedad global en la que vivimos, en la que algo tan humano como el sentir ha quedado relegado. Debemos actuar como depositarios de esa memoria colectiva de sentimientos, de pasiones, de humanidad. La Cátedra de Taurología no debe ser sólo un lugar donde los más sabios enseñen a sus discípulos, sino que debe saber conectarse con la sociedad en la que se enmarca, utilizando para la difusión de esta cultura todos los medios técnicos que nos ofrece la nueva sociedad de la información. Debe, en definitiva, ser responsable del mantenimiento y perdurabilidad de esta herencia recibida.