Tribunales

Prisión permanente revisable para los parricidas de Zaragoza

El magistrado presidente del tribunal del jurado justifica la condena por la concurrencia de alevosía y ensañamiento y la agravante de parentesco

Vanesa Muñoz Pujol y Cristian Lastanao Valenilla, en el juicio.

Vanesa Muñoz Pujol y Cristian Lastanao Valenilla, en el juicio. / Andreea Vornicu

Alfonso Tremul

Prisión permanente revisable: los parricidas del Picarral (Zaragoza) pasarán el resto de su vida entre rejas tras torturar hasta la muerte a la pequeña Laia. El magistrado presidente del tribunal del jurado, Alfonso Ballestín, argumenta en la sentencia que la concurrencia de la alevosía y el ensañamiento y la agravante de parentesco permiten castigar a Vanesa Muñoz Pujol y a Cristian Lastanao Valenilla con la máxima pena privativa de libertad contemplada en el Código Penal de España. Se trata de la cuarta prisión permanente revisable que dictan los órganos aragoneses tras las tres anteriores contra Igor el Ruso, el parricida de La Almozara e Iván Pardo Pena, el infanticida de Sabiñánigo.

Tanto la Fiscalía como las acusaciones en nombre del padre biológico de la víctima y de la Generalitat de Cataluña habían solicitado esta pena privativa de libertad. La indemnización asciende a 280.000 euros entre los 90.000 destinados a cada uno de los hermanos de la niña y 50.000 al padre y la abuela, los condenados deberán abonar el pago de las costas procesales y, en el caso de que en el día de mañana se estime su salida de la cárcel, sobre ambos pesará una medida de libertad vigilanda por tiempo de diez años. Contra la sentencia todavía cabe recurso de apelación ante la Sala Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA).

Precisamente, hace una semana, un jurado popular declaró culpables de asesinato a Vanesa y a Cristian. Por un lado, los nueve miembros del pueblo elegidos para impartir Justicia consideraron probado que ambos tenían la intención de matar a Laia y, por otro lado, que ninguno de ellos hizo nada por salvarle la vida en sus últimas 48 horas de vida tras provocarle un peritonitis mortal.

No tuvieron ninguna duda de que le provocaron "un aumento deliberado e innecesario del dolor" -de ahí la agravante de ensañamiento- y también apreciaron la alevosía en su forma de actuar. "La corta edad de Laia le impidió ejercer una defensa efectiva frente a las agresiones que estaba sufriendo", probó por unanimidad el jurado y a ello alude el magistrado en la sentencia cuando hace referencia a "la imposibilidad de la niña de ejercer una defensa efectiva frente a las agresiones que estaba causadno y que le causaron finalmente la muerte".

Esta fue la tesis que defendió el abogado que representa al padre de la niña, Manuel Hatero, quien insistió durante la celebración del juicio en la voluntad homicida de Vanesa y Cristian -"querían que se muriera y la remataron", refirió al jurado- y en el ensañamiento con el que se dirigían contra la pequeña. "Hubo una voluntad inhumana de aumentar deliberadamente el dolor de la víctima", apuntó el penalista.

Con el fallo de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza, que todavía puede ser recurrido, se pone fin a uno de los asesinatos más terribles que han relatado las crónicas de sucesos y tribunales de la prensa diaria de la comunidad aragonesa. La autopsia que practicaron los profesionales del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Aragón (Imlcfa) reveló 101 heridas en el cuerpo de Laia, víctima de una peritonitis aguda acompañada de una sección del duodeno y de un gran edema cerebral. Los análisis toxicológicos también revelaron un consumo de cocaína durante sus últimos seis meses de vida e incluso de marihuana, antidepresivos e hipnóticos.

Todo ello no fue suficiente para que Vanesa y Cristian se responsabilizaran de la agonía a la que llevaron a la pequeña Laia. Durante su toma de declaración en el juicio, ambos se culparon mutuamente de su asesinato, si bien el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón desenmascaró su modus operandi: se intercambiaban fotografías y videos a través de WhatsApp en los que se burlaban de los castigos contra Laia. Le daban de comer guindilla y salsa picante e incluso le llegaron a colgar de la pared mientras pendía a una altura de dos metros por encima del suelo. "La cara de pánico de la niña es terrible. Como Grupo de Homicidios e suna de las caras más terribles que hemos podido ver", reconocidó el jefe de la unidad.