Salud

El cambio horario genera más problemas que beneficios según los expertos

Doctor Gonzalo Pin (Fesmes): "Los tres o cuatro días posteriores al cambio horario aumentan los infartos y los accidentes de tráfico al ir o al volver del trabajo"

Profesor Manuel Alcázar (UPV): "Con la tecnología actual del alumbrado público, modificar el horario no estaría justificado desde el punto de vista del ahorro energético"

Una persona cambia la hora en las manecillas de su reloj.

Una persona cambia la hora en las manecillas de su reloj.

Rafel Montaner

Este próximo fin de semana, la madrugada del sábado 28 al domingo 29 de octubre toca atrasar el reloj una hora para entrar en el horario de invierno. Así que ya saben, "las 03:00 pasarán a ser las 02:00", y empezaremos a vivir unos días, algunos más y otros menos, de cierto jet lag social en cuanto a las comidas, el trabajo y los estudios hasta que nuestro reloj interno se adapte al nuevo horario.

Bajo la premisa de un supuesto ahorro energético los españoles llevamos 49 años consecutivos, desde 1974, bailando esta yenka de las manecillas del reloj dos veces al año: un 'pasito atrás' en el último fin de semana de octubre para pasar al horario de invierno, y 'un pasito adelante' en el último fin de semana de marzo con el fin de entrar en el horario de verano. Una práctica que expertos en salud y en energía consultados por Levante-EMV, del grupo Prensa Ibérica, consideran "absurdo" e "injustificado" seguir manteniéndola.

De hecho hace ya cinco años, en 2018, que el Parlamento Europeo votó por suprimir los cambios horarios en la Unión Europea, pero la Comisión Europea, el Gobierno de los 27, a pesar de que anunció su propósito de cancelar definitivamente esta práctica, permitiendo a cada país escoger entre el horario de verano o el de invierno, aún no ha tomado ninguna decisión al respecto.

Fuera del huso horario que corresponde

España es uno de los países europeos más afectados por los cambios horarios porque lleva 83 años fuera del huso horario que le corresponde, que es el del meridiano de Greenwich. Desde que en 1940 Franco ordenó sincronizar el reloj de todos los españoles con el de Hitler, adoptando el huso horario de Alemania y de la Europa central, España vive desfasada, una hora en invierno y dos en verano, respecto al horario más natural que debería seguir, tal como hacen Reino Unido y Portugal.

Mantener el horario invierno todo el año

La Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (Fesmes) lleva años aconsejando la supresión de los cambios horarios y apuesta por mantener de forma permanente el horario de invierno durante todo el año, porque es el que más nos acerca al huso horario de Greenwich (es una hora más de diferencia y no dos como en verano) e incluso adoptar el horario de dicho meridiano cero que fue el que estuvo vigente en España desde que la Reina María Cristina unificó los horarios de nuestro país en 1901 hasta el cambio ordenado por Franco en 1940.

Según la Fesmes, "el horario de invierno promueve un ritmo biológico más estable que el del verano, lo que contribuye a mejorar el rendimiento intelectual y disminuye la aparición de enfermedades". Además, en relación con el huso horario, añaden que el horario invernal "es el que permite una mayor sincronía entre la salida del sol y el inicio de la jornada laboral y escolar; y el que propicia tener una mayor exposición a la luz solar durante esa jornada".

El pediatra valenciano Gonzalo Pin, vocal de la Fesmes y uno de los principales expertos de nuestro país en el tratamiento de trastornos y problemas del sueño, considera "un poco absurdo" seguir perpetuando los cambios horarios "porque si bien no parece claro que comporten beneficio económico alguno en cuanto al ahorro energético, lo que sí que está claro es que generan un problema de salud con un alto coste humano, ya que hay estudios que demuestran que los tres o cuatro días posteriores al cambio horario aumentan los infartos y los accidentes de tráfico 'in itinere', al ir o al volver del trabajo, y provocan trastornos de salud y de sueño en los grupos de población más sensibles, como son los niños y las personas de edad avanzada".

El doctor Pin explica que "el uso del tiempo en este país es poco racional, con una pausa de comida muy larga, y además nos acostamos muy tarde por culpa del 'prime time' televisivo, pero nos levantamos como europeos, a las 7 de la mañana o antes para ir a trabajar". Por ello apuesta por mantener durante todo el año el horario de invierno, pues es el que permite una mayor sincronía entre la salida del sol y el inicio de la jornada laboral y escolar, facilitando tener más horas de sueño y un despertar más natural que coincide con el amanecer al estar más próximo (solo una hora de diferencia) con el del huso horario de Greenwich.

"Más obesidad y diabetes"

Sin embargo, continua, "en verano estamos dos horas desfasados con el horario ambiental, lo cual agrava problemas de salud como la obesidad y la diabetes tipo 2". El doctor incide que hay estudios científicos que constatan que los horarios tardíos de comidas y cena favorecen la obesidad. "Comer después de las tres de la tarde y cenar después de las 10 de la noche es un problema, porque nuestro cuerpo tiene un reloj biológico interno que está sincronizado con el horario ambiental, y que es por el cual se rige nuestra microbiota intestinal que regula la digestión y las enzimas que nos dan la sensación de saciedad y hambre", detalla. Si en verano, subraya, "estamos muy alejados del horario natural, hasta dos horas, el problema de las comidas tardías es mucho más perjudicial".

Por tanto, concluye el vocal de la Fesmes, "jugar con los horarios de esta manera es jugar con elementos ocultos de nuestra salud que no son visibles y que se convierten en un problema de salud pública, porque el incremento de la obesidad, la diabetes y los infartos suponen un coste económico para los sistemas sanitarios además de un coste humano en vidas que no sé si vale la pena pagar en aras del ahorro energético, en al caso de que lo haya".

Una práctica que nació con la I Guerra Mundial

Los cambios horarios comenzaron a implantarse en Europa y EE UU durante la I Guerra Mundial, con el fin de reducir el consumo de energía ante la escasez de petróleo y carbón, y se retomaron por el mismo motivo durante la II Guerra Mundial. Resurgieron ya para quedarse con la Crisis del Petróleo de 1973, cuando los países exportadores de petróleo agrupados en la OPEP decidieron recortar la producción en un 25 % y duplicar los precios, lo cual desmoronó las economías de los países más dependientes del oro negro, entre ellos España.

Continuar manteniéndolos casi medio siglo después, en plena era de las energías renovables, "no está justificado desde el punto de vista del ahorro energético", sentencia el profesor de la Universitat Politècnica de València (UPV), Manuel Alcázar, subdirector del Departamento de Ingeniería Eléctrica e investigador del Instituto de Ingeniería Energética (IIE) de la UPV.

Alcázar explica que los cambios horarios "no tienen prácticamente ningún impacto, ni negativo ni positivo, sobre el consumo de energía: no hay ningún ahorro directo, simplemente estamos trasladando el consumo de una franja horaria a otra". Respecto al estudio que publicó en 2015 el IDEA (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía), que estima que el cambio de hora puede acarrear un ahorro energético del 5%, señala que habría que actualizarlo conforme al avance en eficiencia energética que ha supuesto la implantación de tecnologías de iluminación de bajo consumo como el LED.

Los cambios horarios, sostiene Alcázar, "donde si suponen un ahorro es el consumo energético del alumbrado público, pues reducen las horas de encendido. No obstante, hoy en día la práctica totalidad de luminarias de pueblos y ciudades son de tipo LED, que consumen entre 8 y 9 veces menos que la tecnología que había en los años 70 cuando la Crisis del Petróleo, con lo cual el impacto del cambio horario sobre unas redes que ya son de bajo consumo ha dejado de ser reseñable".

En el sector industrial tampoco supone ningún ahorro, según este experto, "pues una industria con dos turnos diarios, empieza de día y acaba de noche, con lo que se ahorre por la tarde lo consumirá por la mañana". En cuanto al ámbito doméstico, Alcázar, incide en que el cambio horario "no supone un ahorro en cuanto a consumo de los hogares, porque estamos trasladando el uso de la energía eléctrica de un horario a otro, aunque sí es posible que el usuario se pueda beneficiar del precio de las tarifas si traslada su consumo a las horas valle".

El profesor de la Politècnica añade también otro factor por el que ya no sería necesario seguir cambiando los horarios dos veces al año: la transición energética. En 1973, cuando estalló la primera Crisis del Petróleo, el consumo de energía primaria en España dependía del petróleo y el carbón en un 84 %. Hoy en día, según los últimos datos oficiales (2021), ambos combustibles fósiles generan el 45 % de la energía primaria que se consume en nuestro país, gracias al avance de las energías renovables, el gas natural y la energía nuclear, con lo cual la dependencia del 'oro negro' es mucho menor.