Cambio de talante y de mensaje. El nuevo secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, elegido el miércoles por holgada mayoría, debutó ayer ante los medios de comunicación con un estilo alejado del bronco y áspero de su predecesor, Juan Antonio Martínez Camino, y del todavía presidente, Antonio María Rouco Varela. "La Iglesia necesita salir de las páginas de sucesos y ocupar el que le corresponde en las de sociedad", aseguró a renglón seguido de presentarse como "cura y periodista" y antes de prometer que ejercerá su tarea con transparencia, "que es la mejor forma de luchar contra el rumor y la desinformación", y "mirando a Roma" con simpatía.

Por ser recién llegado al cargo, según explicó, Gil Tamayo todavía no tiene diseñada su estrategia de comunicación. Pero sí ha decidido que se encargará de ejercer la función de portavoz, sin delegarla en un vicesecretario como se había especulado antes de su elección.

En su primera vez --hoy será la segunda, para contar lo tratado en la asamblea plenaria-- se arrancó con varias ideas claras: honestidad, profesionalidad y cercanía. No hubo ninguna referencia al aborto, ni a los gais, ni a la moral sexual o la política catalana. Y sí remarcó, en sintonía con el papa Francisco, que la Iglesia tiene que ser "la voz de los pobres y de los excluidos". "Su papel es insustituible entre los que sufren la crisis, ilumina a la sociedad, porque la Iglesia es una institución de sentido en la sociedad española", subrayó. Y se mostró sin miedo a las críticas. "No vamos a ser gente de sacristía ni gente que arrolle faltando a la libertad de los demás. Entiendo la diversidad de opiniones, que es legítima y necesaria", afirmó Gil Tamayo.