"Debía de tener 6 años. Todos los días, volviendo del colegio, me paraba delante de una zapatería que había cerca de casa y le contaba a mi hermana, mayor que yo, que quería unos zapatos del escaparate. Ella me decía que no había de mi número para evitar contarme la verdad: que en casa no teníamos dinero. Un día, mi hermana no me encontró en la salida del colegio. Desesperada, volvió a casa llorando, pero al pasar por la zapatería me vio probándome los zapatos que tanto me gustaban. Me echó una bronca, pero le contesté: 'Quería comprobar si realmente no hay de mi número".

La madre de Ana Pastor (Madrid, 1977) le recordó hace poco esta anécdota de su infancia, y hoy la periodista la trae a colación para explicar la forma como se planta ante la vida y el trabajo. "Inconformista, incisiva, apasionada y dura" -los adjetivos se los irá asignando ella misma a lo largo de esta conversación-, se ha hecho famosa por someter a los personajes que entrevista a una suerte de llave de yudo dialéctica, de la que no escapan hasta que se mojan y cantan.

Rifirrafes con políticos

Sus férreos cara a cara con Aznar, Tony Blair, Ahmadineyad, José Bono o Esperanza Aguirre en 'Los desayunos de TVE', espacio que ha presentado durante tres años, se han convertido en hitos de periodismo acerado e implacable, así como piezas de consumo masivo en internet para aspirantes al oficio y morbosos del rifirrafe. En uno de esos duelos en directo, Pastor se revolvió contra la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, quien acusó a TVE de tendenciosa y anti-PP.

Queda para los libros de memorias saber si aquella mañana la periodista cavó su tumba en la tele pública. Lo cierto es que la victoria de la derecha en las urnas ha acabado significando la salida de Pastor de la cadena. Ha durado poco en paro: la CNN la ha fichado para que les aplique sus terceros grados, marca de la casa, a personajes de talla mundial. En los despachos de figuras como Angela Merkel o Mario Draghi, entre otros, ya está su solicitud encima de la mesa.

Casada con el también periodista Antonio García Ferreras -director de La Sexta-, con quien tiene un niño de dos años, y titular de una comunidad de casi medio millón de seguidores en Twitter, su trato afable en la distancia corta no disimula a la mujer rigurosa y de sangre hirviente que habita en su interior. Al final de esta conversación fruncirá el ceño: mientras se prepara para la sesión de fotos, ojea una entrevista que le hicieron en días pasados, donde ponen en su boca una palabra que no recuerda haber dicho. Otra miraría a otro lado. Ella resopla y agarra el móvil para mandarle un mensaje al autor de la entrevista. "No puedo esperar, necesito aclararlo ahora".

--¿Es bueno que el periodista sea noticia?

--No. Si lo dice por mí y mis entrevistas, suena bastante raro que una periodista sea noticia por hacer tres veces seguidas la misma pregunta a un político que se resiste a contestar. En otros países la noticia es el político que no quiere responder, no el periodista.

Lo cierto es que se ha hecho famosa por repreguntar. Tiene que ver con mi carácter. Soy incisiva, inconformista y apasionada. También me condiciona la responsabilidad que siento al tener delante a un político al que los ciudadanos no pueden abordar por la calle. Mi truco es ponerme en la cabeza del que está viéndome en su casa e imaginar qué le gustaría saber. Si un político me sale hablando de la lluvia, entiendo que quien nos vea en su casa se cabreará. Me limito a cumplir con mi obligación, que es insistir hasta que consigo la respuesta.

--¿Hay que tener un punto de mala leche para mantenerse firme?

--Más que mala leche, la cuestión es no rendirte, insistir hasta conseguir que no se me vaya por las ramas. De igual manera, las entrevistas no te las conceden, las tienes que conseguir. Y ahí tampoco puedes rendirte ante el primer no. La primera entrevista que le hice a Tony Blair nos costó mucho lograrla. Pero la segunda vez que vino a España fue él quien pidió venir a Los desayunos. Y eso que antes había sido muy dura con él.

"No pude dormir antes de entrevistar a Aznar"

--¿Nunca le han temblado las piernas?

--No. La cosa es más simple: cuando estoy sentada ante un político me planteo que yo no soy más que él, pero tampoco menos. Somos iguales, con el agravante de que él debe dar explicaciones y yo no. Obviamente, hay entrevistas que me han puesto más tensa que otras. Con la de Aznar no pude dormir la noche anterior. Era la primera vez que él volvía a Televisión Española tras salir del Gobierno y me imponía un poco, pero me dije que no quería dejar de ser quien soy por el hecho de tener delante a Aznar. Debía preguntarle por la guerra de Irak, y él lo sabía. De hecho, todo discurrió muy bien. Incluso se quedó a tomar un café tras la entrevista. Estoy acostumbrada a aguantar la presión.

--¿Se considera una mujer dura?

--Soy una periodista dura. Mi debilidad es mi hijo. Ahí soy otra. Le confieso que a mí me gusta la gente que es lo que parece, porque sabes a qué te enfrentas. Me lo aplico a mí misma: soy exactamente como salgo en la tele. Desde pequeña he tenido este carácter. Más que dura, me considero incisiva, aunque algún político dirá que soy una pesada.

--¿La mejor entrevista es la que hace las mejores preguntas o la que consigue las mejores respuestas?

--Es una mezcla de las dos. Lo que sí he descubierto es que las mejores respuestas no llegan en las mejores preguntas, sino tras las repreguntas. Es clave escuchar y saber insistir.

--¿Teme pasarse de la raya? ¿Por preguntar o repreguntar?

--No. Para mí pasarme de la raya es faltar el respeto, y eso no ha ocurrido ni va a ocurrir nunca. En cambio, en ocasiones sí que me lo han faltado a mí. José Bono me llamó "señorita Rottenmeier". A veces das con personajes que prefieren descalificar a contestar. Aquello me molestó muchísimo, es de las veces que más me he enfadado, con diferencia. Yo podría haberme puesto a su altura y haberle comparado con otro personaje de la serie, pero me mordí la lengua y solté: "Lo que hay que aguantar". ¡Y todo porque le preguntaba por Chacón y Rubalcaba en la semana en la que iba a elegirse al nuevo líder del PSOE!

--¿A usted la ha echado de TVE la política?

--A mí quien me ha comunicado el cese es Julio Somoano, nuevo jefe de informativos, pero sé que detrás no hay una decisión profesional. El programa funcionaba bien, era líder de audiencia, tenía prestigio. Por eso pienso que hay algo más. Y cuando lo pregunté no se me dieron razones profesionales. Por otro lado, Somoano tiene todo el derecho del mundo a formar su equipo.

--¿Se siente una mártir del periodismo?

--En absoluto. No me gusta eso, ni tampoco el protagonismo que he tomado a raíz de mi salida de Los desayunos, porque no soy la única a la que han echado. Me parece más significativo el cese de Fran Llorente, anterior jefe de informativos. Lo que nadie podrá discutir es que ha sido una decisión política la que ha cambiado la ley que regía la tele pública, acabando con el consenso que había entre los dos grandes partidos. Aquella fue una decisión política, y todo lo que ha venido después también lo es.

--¿Siente que su nombre ha quedado etiquetado?

--No, porque he recibido reacciones de todos lados. Sé de gente muy conservadora que se ha sentido indignada con mi cese. No creo en las etiquetas. No me gusta juzgar intenciones, sino hechos. Y cualquier telespectador que me haya visto entrevistando a Rubalcaba o a Aznar, a Cospedal o a Pajín, verá que he actuado igual con todos. De hecho, en el PSOE hay mucha gente que me tiene muy poco cariño y que detesta cómo hago las entrevistas. Me parece bien, es su problema, pero yo soy de las que piensan que el periodismo tiene que ser incómodo. Yo hago periodismo para los ciudadanos, no para los políticos.

--¿Es bueno que al periodista se le vea el plumero?

--En una tertulia es bueno que se expresen claras las opiniones. Hay espectadores a quienes les gusta sentirse identificados con tal o cual comentarista. Igual que se lo exigimos al político, si el periodista está ahí para opinar, debe decir claro lo que piensa, sin andarse por las ramas. Lo que el periodista no debe hacer nunca es decir algo que no esté basado en la verdad. Tú no puedes inventarte una estadística para sustentar una opinión. Me da igual la ideología, lo que me importa es la honestidad en el planteamiento, tanto por parte del político como del tertuliano. Los periódicos y las radios tienen su línea editorial, y la gente los consume porque se siente identificada con ellos.

--¿Dónde se posiciona usted ideológicamente?

--No me posiciono. Tengo mis opiniones, obviamente, pero mi trabajo no consiste en opinar, sino en preguntar. No veo necesario posicionarme para hacer mi trabajo. Hay políticos que me gustan mucho en el PP y también en el PSOE. Ni todos los de un lado son un desastre, ni los del otro son perfectos.

--¿Ni repreguntándole tres veces me va a decir si es usted de izquierdas o de derechas?

--No, no me voy a posicionar. Me parece absurdo. La gente debe juzgar la honestidad de mi planteamiento cuando estoy haciendo una entrevista, no lo que yo pienso sobre ese político o su partido. De fútbol hablamos lo que quiera, pero sobre política opino en mi casa. Cuando estás dando la cara en la tele, sobre todo en una tele pública, tienes que ser especialmente exquisita.

--A ver si se moja con esto: ¿se imagina viviendo en una España sin Cataluña?

--No me lo imagino. Todo lo que conlleva esa separación me parece tan complicado, especialmente en el momento económico que vivimos, que no me lo imagino. Sé que hay una posición importante en Cataluña que pide la independencia, pero no alcanzo a ver cómo se gestionaría. Burocráticamente, más que políticamente. Pienso en detalles como en qué liga jugaría el Barça, y no me hago a la idea. Quizá esto explique lo complicado que es ese asunto.

--Imagine que dentro de unos años tiene que enseñarle a su hijo que España llega hasta el Ebro. ¿Se sentiría incómoda?

--No. Si eso sucede porque todo el mundo ha decidido que eso debe ser así, yo se lo explicaré con normalidad. Lo que nunca haría es transmitirle un sentimiento negativo porque Cataluña se separara de España. Pero eso tiene que decidirlo todo el mundo.

--¿Quiere decir que un hipotético referendo de independencia habría que hacerlo en toda España o solo en Cataluña?

--No lo sé. Creo que habría que hacerlo de una manera legal. En cualquier caso, deberían decidirlo los ciudadanos, no los políticos.

--¿Cómo ve a Rajoy gestionando la crisis?

--Está en una situación muy complicada. Italia, que se encuentra a un nivel parecido al nuestro, estuvo muy poco tiempo situada en el foco, y de repente desapareció. No sé si hay un interés especial en que España esté peor de lo que está, pero me parece injusto el trato que se está dando a nuestro país y a nuestro gobierno.

--¿Está de acuerdo con la vía de la austeridad y los recortes para salir de esta?

--Es evidente que en la calle no gusta, pero es que no sé cuál es la solución para esta crisis, y creo que el Gobierno tampoco lo sabe. Supongo que Rajoy no se levanta por las mañanas contento por hacer recortes, pero Europa no nos está dando un gran margen. Lo ideal sería que Europa cambiara, pero eso no lo puede conseguir solo España.

--Muchos culpan a la actual clase política de todos nuestros males. ¿Comparte esa opinión?

--En absoluto. No me creo eso de que todos los políticos sean unos irresponsables, igual que no es cierto que todos los ciudadanos hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades. Creo en la política con mayúsculas, comprometida, de servicio público. Hay gente que se ha jugado la vida, por ejemplo en Euskadi. Eso de que todos los políticos son iguales a quien menos favor hace es a la democracia. Pero los políticos deberían hacerse mirar ese tema. Si existe este sentir, por algo será. Deben hacer autocrítica.

--¿A quién debemos dirigirnos hoy para preguntar por nuestro destino?

--Quizá a Angela Merkel o Mario Draghi. Ellos tienen muchas respuestas.

--¿Están puestos en su punto de mira?

--Sí, espero poder entrevistarlos pronto.

--A todo esto, ¿por qué se hizo periodista?

--Porque me faltó valor para hacerme médico.