Gran parte de la Antártida ha permanecido hasta ahora al margen del aumento de las temperaturas que afecta al resto del planeta. En algunas zonas parece incluso que los termómetros registran más frío que hace 50 años. Sin embargo, el Comité Científico de Investigación Antártica (SCAR) presenta hoy un análisis que sostiene que las temperaturas en el continente aumentarán hasta tres grados de aquí al 2100 y ello tendrá un impacto brutal en el ecosistema. Si no han subido hasta ahora, dice el SCAR, es porque la debilitada capa de ozono y el reforzamiento de los vientos han tenido un efecto contrario al cambio climático.

El estudio, de 550 páginas, hace un repaso de las evidencias del cambio climático visibles en la Antártida. Dice, por ejemplo, que los vientos que han silenciado el calentamiento en los últimos 30 años también han afectado la capacidad del océano Antártico para funcionar como sumidero de carbono.

El SCAR advierte también de que la corriente circumpolar se ha calentado más que cualquier otro mar del mundo y ello está abriendo el paso a especies invasoras que pueden competir con la fauna endémica. Desde un punto de vista de la biodiversidad, en la península Antártica ya se detectan hierbas, moscas y bacterias introducidas por el hombre. De hecho, aunque la banquisa antártica se ha mantenido bastante estable en las últimas décadas, en el caso de la península se aprecia fusión en el 90% de los glaciares. La pérdida de hielo marino ha reducido la presencia de pingüinos en Tierra Adelia.

Con un calentamiento de tres grados, el hielo marino flotante se reduciría a un tercio, lo que supondría una mayor producción de fitoplancton. Y habrá más nevadas, pero no serán suficientes para compensar la pérdida de hielo, concluye el SCAR.