El derrumbe parcial de un edificio de cinco plantas en el centro histórico de Lérida encendió ayer todas las alarmas en la ciudad catalana, donde se desplegó un amplio dispositivo preventivo de bomberos, ambulancias y policías para localizar a los miembros de las cuatro familias residentes en el inmueble. Los ocho vecinos de la vivienda resultaron ilesos, "ya que ninguno estaba en casa en el momento del siniestro", señaló el alcalde de la ciudad, Angel Ros.

El edificio, situado en el número 56 de la calle de Cavallers, estaba afectado por grietas desde hace meses, según habían denunciado reiteradamente sus ocupantes. "La situación del edificio, que había sido revisado por técnicos municipales, podría haberse agravado con las lluvias de las últimas semanas", admitió ayer Ros. Con todo, el alcalde insistió en que "nada hacía prever que el edificio corriera ningún riesgo".

El inmueble será demolido hoy "por seguridad", señaló la concejal de Urbanismo, Marta Camps, que explicó que el desplome se produjo al caer la pared medianera que lindaba con un solar vacío desde el pasado mes de abril. La finca vecina, correspondiente al número 34, estaba apuntalada desde hace semanas y, según el alcalde, "el ayuntamiento había instado reiteradamente a los propietarios a que reforzaran la seguridad". El solar ha cambiado varias veces de dueños en el último año.

La consellera de Interior de la Generalitat, Montserrat Tura, atribuyó el accidente a una "suma" de circunstancias, dado que se trataba de "un edificio antiguo, con problemas estructurales y con alguna obra en los alrededores".