Con las piernas abrasadas, Abdelwahed no puede levantarse de la cama. A pesar de que está todo el día acostado, este joven que quiso emigrar a España no puede pegar ojo. De vuelta a casa de sus padres, donde fue trasladado después de ser repatriado, Abdelwahed vive conmocionado. No puede apartar de su mente lo ocurrido el 7 y el 8 de noviembre a bordo de una patera en la que el horror también compró un pasaje.

La Asociación de Amigos y Familiares de Víctimas de la Inmigración Clandestina (AAFVIC) ha recogido el testimonio de Abdelwahed y otros supervivientes en un informe. Según el estudio, la lancha zarpó de una playa de Alhucemas (Marruecos) el 7 de noviembre. Para llegar allí, los sin papeles tuvieron que caminar durante 12 horas a través de la montaña. A bordo de la patera iban 47 jóvenes. Cada uno había pagado 10.000 dirhams (1.000 euros, 166.000 pesetas) al patrón de la patera, un mafioso muy conocido en Uled Azuz, el pueblo de donde son 20 de los emigrantes que iban en la embarcación.

Después de estar todo el día navegando en un mar agitado, dos olas enormes golpearon la patera, llenándola de agua y averiando el motor. Para entonces, cuatro de los marroquís ya se habían desmayado. "El patrón ordenó echarlos al agua", relata un superviviente. Y añade: "Dijo que esos jóvenes estaban muertos y que, si nos pillaban, era un riesgo llevar cadáveres". Al anochecer, se desmayaron otros dos. El temor a que sus compañeros fueran también arrojados al mar desató la psicosis. Muchos temían ser los próximos en ser arrojados al agua. Estaban mareados o sufrían graves quemaduras al ser salpicados por el abrasivo resultante de la mezcla entre gasolina y agua de mar. "Todo el mundo se volvió loco", explica otro superviviente, que cuenta cómo otros cuatro jóvenes llegaron a tal estado de histerismo que perdieron la razón y acabaron por suicidarse arrojándose al agua.